La tercera es la vencida… y venció.
La producción forma parte de una serie de intentos por parte de Forte en dirección a formulizar una propuesta para toda la familia en el terreno de una comedia de acción centrada en el dúo cómico Listorti/Alonso, que el director ha venido desarrollando desde Socios por accidente (2014), replicado en su segunda entrega (2015), y que ahora nos vuelve a ofrecer en una muy mejorada versión, como debemos reconocerle. En efecto, si hay algo que no se le puede negar a este equipo o al realizador, es su tenacidad y esfuerzo por ubicar este formato, que ha tenido, como sabemos, suertes diversas en la filmografía argentina en general y en la de Forte muy en particular.
La historia que nos ocupa es muy simple, y quizás en ello reside el secreto de la virtud de esta tercer entrega. Hay una concentración dramática en el foco del conflicto Miguel-Richie o Richie-Miguel que organiza y cohesionado prolijamente todo el relato. A diferencia de las 2 producciones anteriores mencionadas, donde los elementos narrativos proliferaban y se conjuntaban de modo inorgánico, perjudicando más que beneficiando la propuesta, aquí se ha decidido jugar sabiamente la carta del minimalismo narrativo. Todo es simple: 2 amigos separados por una contingencia cruel que lleva a uno a la fama y al otro al ostracismo y al olvido. Un encuentro fatal que remueve celos y viejos rencores. No hay más.
Quizás el relato hubiese ganado un poco más de impulso rítmico en su conflictividad si hubiese apostado a un esquema más claramente cómico, y se hubiese decidido por un esquema estratégico paroxístico de incremento de acciones vengativas. En efecto, desde una interpretación narrativa centrada en el análisis género, creemos que el punto más flojo, es que los gags no se desprenden de una estructura cómico clara, que bien podría haberse solidificado sin mayores inconvenientes dados los elementos que el propio relato presentaba; la inversión de las vidas de Miguel y Richie podría haber servido de un excelente trampolín para estructurar estos contenidos (sobre todo la caída en desgracia de Richie, que se explota de modo insuficiente). Pero es todo lo que se puede criticar en tal caso en torno a este tópico en particular.
Quizás el mayor acierto del film, en lo narrativo, es el punto del climax en el cual se devela el rol de Jonathan (Gambandé) en todo el conflicto. El giro resulta gratamente inesperado y no obstante orgánico respecto del resto de la trama, lo cual aporta a toda la estructura una solidez más que atractiva a la experiencia de conjunto. Sin embargo, debe decirse, que el giro no llega a compensar un desenlace un poco soso y apagado en relación al resto del argumento.
En cuanto a las cuestiones actorales, la dupla Listorti/Alonso resulta notablemente mejorada respecto de las películas anteriores ya mencionadas, de modo tal que el entramado de gags protagonizado por ellos resultan de gran eficacia. A ello se suma el apoyo de una batería de muy buenos desempeños en los roles secundarios (Santoro, especialmente, pero también los que dejan su impronta en menor cantidad de escenas, como Diego Reinhold, Daddy Brieva, etc.) que han compensado razonablemente las limitaciones actorales que tienen los tres protagonistas (Listorti, Alonso y Facundo Gambandé).
El gran aliado de este film es, qué duda cabe, un gran sentido del humor casi autoconsciente que lo lleva tomarse un poco el pelo a sí mismo y no cometer en ningún momento el pecado de la solemnidad.