Tributo a un cómico popular
Dos tiempos se cruzan en la película de Sebastián del Amo, Cantinflas: los comienzos del cómico popular mexicano en los años 1930/40 y las instancias previas a la filmación de La vuelta al mundo en 80 días, su consagración en Hollywood en 1955.
Un homenaje es una decisión que determina las facetas del personaje elegido, su mejor perfil, y también, un modo de contar vida y logros del notable en cuestión.
Cantinflas, la película, revive la comicidad de Mario Moreno (1911-1993) y su estilo, construido a base de una profunda observación y de las ventajas que ofrece una identidad asumida con claridad.
El logro de la biografía es el actor catalán Óscar Jaenada que realiza un trabajo extraordinario en el rol de Cantinflas/Moreno, además, planteado en evolución. La gestualidad acompaña el modo de hablar, los modismos y tonos que el actor entrenó asistido por un imitador de Cantinflas.
El guión inicia el relato cuando Michael Todd (Michael Imperioli) anuncia, antes de confirmar el elenco de estrellas, la realización de la película más taquillera de la historia. El pícaro bont vivant, metido hasta el cuello en los compromisos con los productores, busca a Cantinflas para un cameo (sería un indio o algo así, a tono con la desvalorización de la que eran objeto los mexicanos).
A partir de esa aventura, del Amo reconstruye la historia del hombre que comenzó a actuar por casualidad en las carpas, de puro gracioso y con la fuerza del hambre. Ése fue su patrimonio y fortaleza. Cantinflas captó al público desde el corazón y nunca traicionó su estilo. Aparece por ahí alguna escena en que, ya famoso en México, descuida a su esposa (expresiva Ilse Salas en el rol de Valentina Ivanova), pero nada se dice de los claroscuros de la fama ni se problematiza al personaje.
La otra línea de la historia es la mirada en torno a los grandes estudios y la fábrica de éxitos, escenas que corren paralelas a la actividad gremial de Cantinflas que termina expulsando a los corruptos de la Asociación Nacional de Actores, Anda.
El diseño de la película que recrea los ambientes entre palmeras y autos caros, o la magia circense de los cómicos populares en México, así como las breves intervenciones de personajes célebres (Charles Chaplin, el mejor; Marlon Brando, idéntico; María Félix, la diosa) se complementa con la fotografía de Carlos Hidalgo.
"Sigue siendo tú mismo", fue el consejo y la clave del éxito de Cantinflas. La película lo visita en el altar y renace el mito que conforma a los públicos de ambas márgenes del Río Bravo.