"Caos: el inicio": todavía falta lo peor
Con alguna que otra buena escena de acción, la película dirigida por Doug Liman termina pareciéndose demasiado al típico producto corporativo de diseño en función de una estrella.
El año es 2257. En el pequeño poblado Nuevo Mundo, en un planeta distante de alguna galaxia muy muy lejana, las mujeres no existen y los hombres pueden escuchar claramente (e incluso ver, a través de una suerte de ectoplasma multicolor) los pensamientos de los demás. Por eso cuando una nave espacial se estrella en el bosque y la única sobreviviente resulta ser una muchacha, el statu quo debe ser protegido cueste lo que cuesta y caiga quien caiga. Pero… siempre hay un héroe dispuesto a poner todo patas para arriba. Esa podría ser una sinopsis simplificada de El cuchillo en la mano, la primera novela de la trilogía Chaos Walking del novelista Patrick Ness, y también de la adaptación a la pantalla grande, pensada para el lucimiento de su reparto joven y el interés del público ídem. Tom “Spider-Man” Holland es el encargado de darle vida a Todd Hewitt, el colono que termina rebelándose contra el orden riguroso del alcalde del pueblo (Mads Mikkelsen en modo villano de manual), y acompañando a la chica del espacio (Daisy Ridley, la Rey de Star Wars) en un intento desesperado por comunicarse con los suyos allá arriba en el espacio.
Teniendo en cuenta la extensa y compleja producción de Caos: el inicio, resulta difícil imaginar qué hubiera ocurrido si el director original, Charlie Kaufman, hubiera tenido luz verde para comandar el proyecto. Dirigida finalmente por Doug Liman –veterano de la industria con varios pergaminos en el terreno de la acción y la ciencia ficción–, la película termina pareciéndose demasiado al típico producto corporativo de diseño, aunque el director de Al filo del mañana y Jumper se las arregla para meter una o dos escenas de peligro agreste en las colinas y en unos peligrosos rápidos. Lo cierto es que este mundo futurista se parece mucho al Lejano Oeste estadounidense, con su pueblito de casas de madera, persecuciones a caballo e indígenas peligrosos (los zulaques, primos lejanos de los “depredadores”). Y más allá de los fuertes elementos sci-fi, a lo que más se asemeja Caos es al viejo cine de aventuras, aunque tampoco brille demasiado por su originalidad o capacidad de estimular los sentidos.
Signo de los tiempos, la metáfora sobre la violencia de género (aquí llevada al extremo del genocidio) comienza a ponerse de relieve cuando Hewitt descubre las verdades ocultas en el pasado de su tribu, punto de quiebre para un camino sin retorno con destino de orfandad, pero también de libertad. Eso es básicamente lo que hay: una historia con pocas sorpresas cuya factura profesional entretiene pero no entusiasma. En el reparto también figuran el mexicano Demián Bichir y el joven Nick Jonas, figuras de renombre y/o atractivo popular para una película desteñida. ¿Habrá una segunda y una tercera parte? Eso dependerá del resultado en la taquilla global de esta entrega.