Película demorada por años, producto nacido a destiempo desde su mera concepción y auténtico pandemonio reinante en interminables lapsos de rodaje interrumpidos, repletos de vicisitudes. Poca homogeneidad puede ofrecer esta cinta situada en un futuro distópico. Puede leerse el pensamiento de los seres humanos. ¿Adivinaremos la falta de criterio de los productores responsables de este despropósito? En “Caos: el inicio” el orden social se presume extinguido. Es el espacio de huida perfecto para que dos extraños generen un lazo, aunque la química entre sendos protagonistas se convierta en un lastre duro de sobrellevar. Bajo la intención de una trilogía, se pone en marcha este auténtico caos caminante, si es que vale el intento lúdico por colocar las palabras de su título original en el incómodo lugar al que pertenecen. El tema de los pensamientos expuestos, como disparador argumental en la saga literaria novelada autoría de Patrick Ness, merecía mejor tratamiento. Cuesta creer que, detrás de cámaras, la ausencia de ambición por llevar a buen puerto la propuesta recaiga en Doug Liman, un experto del cine sci-fi gracias a películas como “Al Filo del Mañana”. Más pronto que tarde, el metraje se verá poblado de revelaciones sofocadas e impacto narrativo minimizado. El material ha sido francamente dilapidado. La aventura dinámica y emotiva se topa con sus propias limitaciones, finalmente maniatada y desdibujada. Un flujo de imágenes, palabras y sonidos atraviesa el verosímil de toda criatura viviente. Un noise virtual que dice mucho acerca de los tiempos que vivimos, regulados por barata consumición y viral consumación de lo vacuo y endeble como ley primera.