Aventura entretenida, finamente irónica, capaz de articular con inteligencia la actualización de las claves históricas propias de su tiempo originario y construida con todas las reglas de clasicismo del género.
En la larga fila de superhéroes recuperados de la antigua producción de historietas de la factoría Marvel, “El capitán América” estaba hace ya unos años esperando su momento para entrar en escena. Creado durante la segunda guerra mundial, el personaje fue originalmente un ícono de los EEUU, como centro de la lucha por la libertad frente al nazismo, fuente de todos los males. Sobre ese eje temático, la lucha por la libertad en el mundo, la publicación vivió su máximo éxito.
La película está basada en la trama original, aun cuando desde la primera escena se abre el camino a la continuación, en la misma lógica que dio continuidad al serial impreso. Steve Rogers es el alfeñique que, a partir de su tesón patriótico y el aporte químico del Dr. Erskine, se convierte en el super poderoso Capitán América.
Su enemigo es su alter ego, Red Skull, el científico que prueba sobre sí mismo el resultado de sus investigaciones y consigue convertirse en un soldado invencible. Como siempre los malos son inescrupulosos, lo cual es una ventaja considerable sobre los buenos. La lucha será entonces entre quien defiende la libertad y la individualidad, y quien pretende someter al mundo con su poder. Por lo demás no hay demasiado que contar en cuanto a lo argumental.
En el regreso a las fuentes que propone el guión, el realizador Joe Johnston tiene el buen tino de equilibrar la iconografía tradicional, la aventura clásica, un ritmo que no cede al vértigo ni a la supremacía de los efectos especiales, y una ironía fina sobre la propaganda bélica, de la que la propia historieta fue parte importante. Con un elenco muy sólido en los roles secundarios, la película se fortalece por la perfecta construcción y caracterización de cada uno de ellos. Tommy Lee Jones, Stanley Tucci y Tobi Jones, por mencionar algunos, componen esos típicos caracteres con mucha comprensión de la riqueza que entraña este tipo de narraciones si no se simplifican los rasgos.
Pero la mayor decepción de la película es su protagonista. Chris Evans no da la talla como debilucho tenaz, ni como forzudo intrépido. El personaje tampoco tiene un trabajo consistente por parte de los guionistas. Mientras las cosas suceden como si él no participara en nada, la transformación que sufre el joven Rogers es puramente física (que bastante mal le sienta a este actor poco expresivo), mientras en la trama dramática no implica ningún crecimiento del personaje central. Ocurre con el protagónico exactamente lo contrario que con los personajes secundarios. Y es aquí donde más sufre la película y el principal motivo de prejuicios sobre las secuelas que tendrá este primer opus.
Aventura entretenida, finamente irónica, capaz de articular con inteligencia la actualización de las claves históricas propias de su tiempo originario y construida con todas las reglas de clasicismo del género, Capitán América mejora en general el resultado de las producciones comerciales basadas en viejos personajes de historieta. No es mucho más lo que puede pedirse a una producción industrial de esta magnitud. El mérito es sin duda de sus guionistas Markus y McFeely y a su realizador Joe Johnston.