Hollywood le hace justicia al emblemático “Capitán América”
Despues del mitológico semidios Thor, finalmente llegó a la pantalla como se debe el gran héroe de Marvel Comics, el Capitán América, cuya idiosincrasia belicosa lo alejaba de cualquier emprendimiento hollywoodense, especialmente en los tiempos bélicos de Bush. Ahora, aun en la era del Premio Nobel de la Paz Obama, hubo que tomar recaudos a la hora de adaptar a este superhéroe vestido -y armado- con su traje y escudo con los colores de la bandera estadounidense, que al menos dentro de los cuadritos de historieta, se la pasó exterminando villanos comunistas a diestra y siniestra.
La corrección política impide al Capitán América combatir ejércitos vietnamitas. Desde el prólogo contemporáneo con el hallazgo de su escudo congelado en una nave de apariencia desconocida enterrada en el hielo, ésta es la historia de su génesis y primeras luchas a muerte contra los nazis de la espeluznante división Hydra, cuyo demente jefe Schmidt es capaz de traicionar al mismo Hitler en su afán por destruir al mundo.
Lo mejor de «Capitán América» es su look genuino de simple historieta a la antigua, algo perfecto para el director Joe Johnston, experto en cine fantástico, como demostró hace años en su excelente «The Rocketeer», especie de comic art deco que parece sentar las bases y el concepto general de esta nueva y más que sólida adaptación del emblemático superhéroe.
La dirección de arte que combina la típica estética del comic con la de la propaganda bélica de la Segunda Guerra Mundial no tiene desperdicio, y es un hallazgo formal y narrativo a la vez, ya que uno de los pasajes más entretenidos del film es el que muestra al Capitán América como héroe de varieté en espectáculos dedicados a la venta de bonos patrióticos.
Tampoco tiene desperdicio el muy bien contado comienzo del film que narra la desesperación del debilucho y enfermizo Steve Rogers, apaleado desde chico por bravucones, y que sin embargo siempre se negaba a huir de una pelea. Ya con los Estados Unidos en guerra, el sufrido alfeñique se esfuerza cinco veces seguidas, sin éxito,para entrar en el ejército, si fuera posible en el mismo batallón 107 en el que murió su padre durante la Guerra del 14. Un científico de origen alemán del lado de los Aliados (Stanley Tucci en una actuación soberbia) lo elige como candidato para un experimento que lo convertirá en un superhombre. Todas estas primeras escenas, contadas con formidable clasicismo por Johnston, culminan en una secuencia de antología en la que el ex raquítico pero tenaz luchador, ahora con su nuevo físico apenas descubierto, se enfrenta con una banda de espías nazis por las calles de Brooklyn.
En realidad, toda la primera mitad de los 124 minutos de proyección podrían formar parte de una auténtica obra maestra, con una combinación exacta entre estética, humor, narrativa y acción a granel, sobre todo una vez que el Capitán abandona la venta de bonos y se dirige al frente de batalla. Lamentablemente luego el humor empieza a decaer, la relación entre Rogers y su chica (la muy sexy pero poco aprovechada Hayley Atwell) no prospera, un gran actor como Tommy Lee Jones apenas contribuye con algunos bocadillos, y las escenas de combate fantásticos contra las tropas de Hydra y el horrible Schmidt (todo un archivillano cuando empieza a lucir su roja calavera) son un poco repetitivas, a pesar de la generosa producción y el excelente uso del 3D digital (el escudo arrojado a cámara es imperdible).
El resultado es una película buenísima, aunque al final el espectador quizá tenga la sensación de que podría haber sido aún mejor. Obviamente los fans del comic y del cine fantástico no deberían perdérsela de ninguna manera, y ellos son los primeros en saber que no hay que irse del cine hasta el final de los créditos debido a que hay una escena que adelanta el futuro de los superhéroes de Marvel en la pantalla grande.