Hasta la victoria siempre
Y un día este interminable camino de películas de superhéroes Marvel que nos lleva hacia “The Avengers” llegó a una de sus paradas más esperadas. “Capitán América: El Primer Vengador” se estrenó con una dosis alta de expectativas sobre sus espaldas, sino del público general, al menos de quienes disfrutamos del género fantástico, sobre todo cuando se trata de una extensión natural de un medio de expresión artística largamente subestimado como la historieta.
El “Centinela de la Libertad”, personaje norteamericano por antonomasia e ícono cultural del american way of life llegaba a la pantalla grande tras la hilarante adaptación de 1990, arrastrando probablemente el prejuicio inevitable que generará para el público general un personaje que viste con los colores de la bandera de las barras y estrellas.
Vayamos por partes. ¿Qué se le puede reprochar a este largometraje técnica y estéticamente? Seguramente muy poco. La caracterización del personaje es genial, optando por un traje más bélico que estridente (e incluso mofándose del diseño original en el pasaje donde es utilizado como estrategia de marketing para atraer reclutas) y la reconstrucción de la década del 40 es loable hasta en los detalles. El rodaje en locación evidencia el trabajo riguroso del director Joe Johnston, quien conoce como manejar el género fantástico (la excelente The Rocketeer es una de sus obras) y el reparto cumple correctamente en cada uno de sus papeles, sin que se pueda señalar uno descollante.
Pero lo realmente bueno es que este merengue yankee no empalague. La exacerbación del estilo de vida norteamericano no es el leit motiv del largometraje, que afortunadamente no se convierte en una herramienta de propaganda en ningún momento, marcando sus límites claramente y -como ya dije antes- incluso riéndose de las herramientas utilizadas por el ejército norteamericano en el punto más álgido de la Segunda Guerra Mundial. Punto para la dupla compuesta por Christopher Markus y Stephen McFeely.
Pero quizás el peor error en el que incurre este binomio es en no dotar al Capitán América de la fantástica personalidad que supieron imprimirle en las historietas primero Mark Millar y luego Ed Brubaker. Allí, el personaje es un líder nato, oscuro, proactivo, de pocas palabras y no el pelmazo insoportable que desanda la película revoleando su escudo inexpresivamente.
Ese es el gran problema de la cinta: el Capitán América nunca es el Capitán América. Estamos ante un largometraje sobre Steve Rogers, el debilucho pero valiente americano con la quijada de cristal y los huevos de plomo, y no sobre el Súper Soldado capaz de ganar una guerra con apenas un puñado de hombres leales dispuestos a morir por él, enajenados por su voz de mando. La evolución del personaje no ocurre nunca y eso contribuye a que se marchite con el correr de los minutos.
Y la decepción es aún mayor porque la inclusión de los Howling Commandos y la de un Bucky -que atinadamente no es el sidekick más insoportable de la historia del cómic- es fabulosa. Los personajes respaldan con prestancia al protagonista y son, por lejos, mucho más interesantes a pesar de los pocos minutos en los que ganan el frente de la historia. Hugo Weaving como Red Skull es sencillamente abrumador, si algo le faltaba al rostro de este actor nacido para interpretar villanos, era ser mutado por el arte -sí, el arte- del maquillaje en la calavera escarlata de un megalómano genócida nazi.
Sin embargo, y a pesar de estas cuestiones que están más relacionadas con la adaptación de la viñeta al cine, estamos ante una pieza audiovisual muy lograda, un escalón más arriba que “Thor” o “The Incredible Hulk” pero aún mirando desde abajo a “Batman: The Dark Knight” o “X-Men: First Class”, largometrajes que supieron imprimirle al subgénero “película de superhéroe” un valor agregado largamente esperado.
Ahora, sólo resta aguardar por “The Avengers” luego del seductor after credit, con la esperanza que la voz que haga resonar el mítico ¡Avengers, assemble! sea la de un verdadero capitán, y no la de un soldado raso timorato devenido por casualidad en el encargado de liderar a los héroes más poderosos de la tierra.