Enemigo mío.
La tercera película en solitario de Capítan América llegó para dar inicio a la tan esperada tercera fase del Universo Cinemático de Marvel (Marvel Cinematic Universe, o MCU para los más entendidos), aunque en muchos aspectos Capitán América: Guerra Civil (Captain America: Civil War, 2016) podría verse como una suerte de “Avengers 2.5” o un muy elaborado preludio de Avengers: Infinity War, que llegará a las salas en 2018.
Continuando ahí donde nos quedamos con Capitán América y el Soldado del Invierno (Captian America: The Winter Soldier, 2014) y Los Vengadores: Era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, 2015), nos encontramos con un mundo que tras los incidentes en Sokovia -que involucraron a Iron Man y su equipo- y un conflicto con el cual abre el film, no se siente tan seguro con los Vengadores resolviendo los problemas sin ningún tipo de control. Es ahí donde las Naciones Unidas entra en acción y exige a los superhéroes que firmen un tratado, el cual los obliga a seguir ciertos procedimientos antes de apresurarse a actuar. Al mismo tiempo el Soldado del Invierno -Bucky, el viejo amigo del Capi a través de la saga- se ve incriminado en los recientes conflictos y se vuelve el hombre más buscado por las fuerzas del orden, situación ante la cual Capitán América (Chris Evans) decide ponerse del lado opuesto de la ley para protegerlo.
La amistad y la venganza son los dos ejes sobre los que se apoya esta tercera entrada del Capi: Su relación con Iron Man (Robert Downey Jr.) colpasa ante la presión que siente este último por apegarse a las nuevas reglas y la propia necesidad del primero por no perder autonomía al momento de actuar ante posibles amenazas, sumado a la necesidad de arriesgarlo todo por limpiar el nombre de su amigo de toda la vida Bucky. El villano misterioso -interpretado por un siempre efectivo Daniel Brühl- es quien orquestará desde las sombras esa venganza contra el team de justicieros disfrazada de conflicto entre líderes; aunque no es el único personaje dentro del relato con cuentas por saldar y el peso de la culpa sobre sus hombros.
Como ya vimos en Batman vs. Superman: El Origen de la Justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016), este es el año de los choques titánicos entre superhéroes. Todos queremos ver la tan esperada confrontación entre Capitán América e Iron Man, dos personajes con psicologías distintas y complejas que representan dos formas diametralmente opuestas de ver el mundo. Es así cómo todo el misterio y la intriga de la primera mitad del film dejan paso en la segunda parte al despliegue de la acción propiamente dicha. El Capi, Falcon, Scarlet Witch, Hawkeye y el debutante Ant-Man contra Iron Man, Black Widow, War Machine, Visión y el esperadísimo Spider-Man. Hagan sus apuestas, señores.
Al tratarse de una confrontación de magnitudes épicas, la dupla de directores Anthony y Joe Russo la divide en dos momentos, un primero donde no hay desperdicio y todos los personajes entran en juego, y un segundo que forma parte del desenlace e involucra al verdadero villano. Tom Holland se luce interpretando a Peter Parker, dando al personaje ese aire juvenil propio de los comics, aquí funcionando como el “comic relief”. Paul Rudd vuelve a probar que su timing es perfecto para Ant-Man en este esquema coral superheróico. La otra aparición que todos esperaban en el film es la de Black Panther, con un Chadwick Boseman que comprende muy bien la psiquis del personaje que le toca interpretar y logra una presentación muy sólida.
El tono oscuro que envuelve a la historia convierte a la trilogía de Capitán América en la más solida de la casa Marvel hasta el momento. Así como El Primer Vengador fue una presentación con toques de camp y nostalgia y Soldado del Invierno fue un thriller de suspenso, Guerra Civil es el capítulo más violento y conflictivo de todos, en el cual las consecuencias de los actos propios y ajenos, voluntarios e involuntarios, desencadenan hechos que lo modifican todo y ya nada volverá a ser igual.
Tal vez el punto más flojo de la película sea la falta de un villano con peso específico. Las motivaciones de Zemo (Brühl) para generar este elaborado equema maquiavélico son tan válidas como la de muchos mortales, no tiene el marco imponente de otros villanos del universo marveliano. Si bien comprendemos que el núcleo del conflicto es el choque entre Capitán América e Iron Man, nos encontramos con un malo que podría haber aprovechado alguna que otra reescritura en la sala de guionistas.
Estamos ante un film con un nivel de espectacularidad a la par de producciones similares, con todo lo bueno y lo malo que esto representa. Lo bueno, estamos ante un producto pensado para entretener y en ese sentido no defrauda. Lo malo, con el estreno de un tanque superhéroico prácticamente cada 45 días se pierde la sorpresa, la novedad, ese otro costado que conforma la “espectacularidad” de un evento cinematográfico de gran porte. Todo satisface pero nada termina de llenarnos del todo.
En resumen, Capitán América: Civil War es una de las secuelas más sólidas del universo cinemático de Marvel, la cual cumple con creces el deseo de muchos de ver al Capi e Iron Man mano a mano. Un film que tal vez no recordemos con fanatismo dentro de 20 años, pero no por cuestiones propias sino meramente coyunturales, que reflejan el enamoramiento de Hollywood con las adaptaciones de cómics de la última década y la estandarización del universo superheróico en la pantalla grande en el sentido más pasteurizable de la palabra.