Los Vengadores: la división
Civil War bien podría haberse llamado Avengers 3 o, al menos, Capitán América vs. Iron Man. Es que el Tony Stark de Robert Downey Jr. tiene aquí tanto o más protagonismo que el Steve Rogers de Chris Evans, y el enfrentamiento entre ambos divide también en dos bandos a los superhéroes. Si bien no todos los personajes del universo de Marvel aparecen en esta película (faltan Thor y Hulk) en el mejor momento de Civil War hay una lucha cuerpo a cuerpo en equipos (seis contra seis) que hará las delicias de los fans del cómic, ya que además se replican con un prodigioso acabado técnico la estética y la esencia de ese mundo surgido de la historieta.
Tras un prólogo ambientado en la Rusia de 1991 y protagonizado por El Soldado del Invierno (Sebastian Stan), la historia se establece en la actualidad. Con sus distintas misiones (como una que transcurre en Lagos, Nigeria), Los Vengadores han defendido la seguridad y los valores occidentales de múltiples amenazas, pero han generado también demasiados "daños colaterales". Así, el secretario de Estado (William Hurt) les informa que deberán operar ahora bajo la supervisión de las Naciones Unidas.
Esta decisión de geopolítica internacional provoca un cisma interno: por un lado, Stark y sus seguidores -como Máquina de Guerra/War Machine (Don Cheadle) y Visión (Paul Bettany)- aceptan ser controlados, mientras Rogers -cuyo equipo integran al comienzo Viuda Negra/Black Widow (Scarlett Johansson), Bruja Escarlata/Scarlet Witch (Elizabeth Olsen) y Falcon (Anthony Mackie)- se niega a perder su independencia y pasa a una suerte de clandestinidad. A este verdadero festín de enfrentamientos entre superhéroes se sumarán luego Pantera Negra/Black Panther (Chadwick Boseman), Hawkeye (Jeremy Renner), Ant-Man (Paul Rudd) y -en la principal apuesta de todas- un Peter Parker/Hombre Araña adolescente interpretado con gracia por el inglés Tom Holland. Sí, todo preparado para expandir más y más el universo de personajes (y de películas, claro) de la franquicia Marvel.
Los hermanos Russo -que ya habían dirigido Capitán América y el Soldado del Invierno- regresan con una película rodada en más ciudades que las de James Bond y Jason Bourne, con un villano (Helmut Zemo) no del todo eficaz a cargo del alemán Daniel Brühl (que aplica el viejo dicho "divide y reinarás" para aprovecharse del conflicto intestino entre Los Vengadores) y con una propuesta que se divide en demasiadas subtramas (algunas no demasiado desarrolladas ni resueltas).
En favor de los directores hay que decir que el film fluye en buena parte de sus dos horas y media, que hay buenos gags físicos y momentos de humor verbal, y que las peleas -a una escala menos apocalíptica, alejada del "rompan todo" y "se acaba el mundo" de tantos films de superhéroes- están muy bien construidas. En ese sentido, por momentos los personajes parecen expresarse mejor cuando luchan (con sus gestos y actitudes) que cuando conversan con diálogos sobre la culpa y cómo usar los superpoderes sin caer en abusos muchas veces demasiado subrayados.
Como siempre -y sin caer en spoilers- cabe indicar que hay un cameo del mítico Stan Lee y dos escenas durante los créditos de cierre (en la mitad y en el final). Vale la pena quedarse, aunque para ello haya que leer los miles de nombres que trabajaron en la realización de este blockbuster con inevitable destino de éxito comercial.