Más de lo mismo
El final de la trilogía del Capitán América vuelve a los mismos vicios y las mismas virtudes de todas las películas del Marvel Cinematic Universe.
El problema de trabajar ahí donde todos se divierten es que, la mayoría de las veces, mientras veo una película sobre la que después tengo que escribir algo, estoy pensando en qué voy a decir. Cuando la película es muy buena o muy mala, no suele haber demasiado problema. Pero, ¿qué decir de esas películas correctas, que cumplen con su objetivo sin demasiada ambición, como para zafar? En la sala oscura, mientras el proyector ilumina la pantalla, empezó mi trabajo. “Eso está bien, esa escena funciona, ¿por qué es todo tan estándar?”
Promediando la proyección de Capitán América: Civil War, tomé una decisión: la opinión más contundente y justa sería la inexistente. En la semana de su estreno, ignorarla, como si fuera una película poco importante, de esas mil que se estrenan para rellenar las pantallas y pescar algún espectador desorientado. Juro que esto es cierto: mientras Iron Man y el Capitán América se cagaban a piñas, busqué en el celular películas alternativas sobre las que pudiera escribir hoy. Si encontraba alguna, me levantaba y me iba. Pero no: Mi gran boda griega 2, un par de terror… hay que hablar otra vez de Marvel, llegó el momento del año en el que odio mi trabajo.
Capitán América: Civil War no es una película. Es un capítulo más dentro de una serie de televisión proyectada en pantalla grande llamada Marvel Cinematic Universe. Como esas series de los ‘60 que uno veía dobladas en la tele mientras tomaba la leche, a la vuelta del colegio, en capítulos desordenados. Antes del torrent, antes de Netflix, antes de saber que tal capítulo era el octavo de la temporada dos.
En este capítulo vuelven algunos personajes, están ausentes otros, debutan unos nuevos (el más notorio: Spider-Man), conocemos parte del pasado de otros. El interés que pueda tener la película reside en estas cuestiones: cualquier análisis serio va a tender a deconstruirla y analizar cada una de sus partes. ¿Está bueno el villano? ¿Hay una relectura del comic de Mark Millar? ¿Funciona el tono del Spider-Man de Tom Holland?
Pero en lugar de meterme en estas cuestiones -en parte porque no soy especialista, lo confieso- yo prefiero pensarla como lo que es, o debería ser: una película. ¿Se acuerdan? Como Indiana Jones, como Star Wars, como Jurassic Park. Y como tal, Civil War es una historia gris de acción con protagonistas disfrazados y algunos plot twists relativamente interesantes.
El lugar común de hoy dice que Capitán América: Civil War se beneficia del fracaso artístico de Batman vs Superman: El origen de la justicia. Es cierto que hay una premisa parecida y que la película de Marvel es más prolija y correcta que la de DC. Pero hay que desconfiar de las opiniones tan unánimes. Batman vs Superman es mala -lo voy a decir con todas las letras: es peor que Capitán América: Civil War- pero al menos tiene algunas imágenes diferentes, originales, ambiciosas. Marvel y su factotum Kevin Feige continúan refugiándose en lo seguro: encontraron una fórmula que funciona con el público y también con cierta crítica. ¿Para qué cambiar?
La próxima parada en este viaje llega en noviembre con un debut: Doctor Strange: Hechicero supremo, con Benedict Cumberbatch, dirigida por Scott Derrickson (especialista en terror, dato no menor). Da la sensación de que la cosa va a ir por otro lado, un poco como sucedió con Ant-Man: El hombre hormiga. Pero todo, siempre, desembocará en la misma secuencia-MCU: un grupo de señores disfrazados pegándose piñas. El cine es otra cosa.