Esta película está basada en uno de los arcos narrativos más famosos de las historietas Marvel, justamente llamado Guerra Civil, posterior al 11-S. Las acciones de los superhéroes son positivas pero, al mismo tiempo, destructivas. El gobierno de los EE.UU. quiere que se registren, dejen de lado sus identidades secretas y se pongan del lado el Estado. Los héroes se dividen: con Iron Man, quienes están a favor del registro; con Capitán América, los que creen que eso es volverse mercenarios de un gobierno. Aquí el detonante es otro -la aparición del Soldado de Invierno-, se juega un cierto nivel de melodrama y se opta por un tratamiento más ligero que en la historieta original. Lo bueno: las secuencias de acción son vibrantes y brillantes. Los hermanos Russo, después de la anterior entrega del personaje, han afinado un poco el humor y tienen un poco menos de solemnidad, y los personajes, incluso cuando tienen más chistes (atención al Hombre-Araña), también han ganado en espesor. Los conocemos y el film aprovecha eso muy bien. La película opta por la sequedad, con transiciones elegantes que a veces apuntan a la sorpresa (la música, especialmente, está bien colocada como un elemento más del montaje) y conflictos interesantes. Todo recuerda a un viejo film de espionaje, una mezcla camp entre el mejor Le Carré y el mejor James Bond. Una sorpresa, en más de un sentido, que toma con naturalidad la cuestión “superhéroes” generando asombro más por la trama que por los personajes.