Dilemas grupales e individuales
1. No deja de ser llamativo que justo en el año en que DC y Marvel salen a competir prácticamente cara a cara con sus respectivos universos cinematográficos, ambos sellos eligen abordar en sus films el enfrentamiento ético y moral entre los superhéroes a partir de un mismo tópico: las repercusiones de sus acciones en el campo de batalla cuando libran guerras contra distintos villanos. La diferencia podría radicar en que en Batman vs Superman: el origen de la justicia el choque adquiere características definitivamente personales (el hombre murciélago contra el hombre de acero), mientras que en Capitán América: guerra civil posee matices corales (cada personaje tiene su punto de vista), aunque lo cierto es que en muchos pasajes termina recortando su lente hasta quedar todo reducido al antagonismo entre el Capitán América y Iron Man. La diferencia -radical e importante- pasa por cómo el film de Marvel va construyendo sus conflictos a lo largo de todo el relato, pausadamente, diferenciándose de la película de DC, que acumula planteos poco claros en las instancias finales.
2. El Universo Cinemático de Marvel llegó a una encrucijada, donde se ve con la necesidad de hacerse cargo de lo que implica el accionar de los protagonistas e incluso de la acción en sí, como factor de pura espectacularidad para sacudir e involucrar al espectador. Aparece el “daño colateral” como factor preponderante, como si Marvel buscara hacer notar que las estructuras digitales que vimos en los films anteriores representaban construcciones reales y, principalmente, personas reales, concepción que ya también aparecía presente en las series Daredevil y Jessica Jones, emitidas por Netflix. Y en esto no deja de ser lógica la elección de que sean Joe y Anthony Russo los directores, no sólo por la continuidad narrativa que aportan desde la aventura anterior del Capitán América, sino por cuestiones temáticas que van de la mano de las formales: hasta Capitán América y el Soldado del Invierno, Marvel no había alcanzado semejante nivel de realismo y fisicidad. Los hermanos eran capaces de referirse a nociones como el deber, la ética del héroe, los dobles discursos y cómo las autoridades gubernamentales manipulan.
3. Por eso no es de extrañar que en Capitán América: guerra civil la acción sea significativamente más terrenal, más cuerpo a cuerpo, excepto en la magnífica secuencia del aeropuerto, que igual no deja de ser reducida a un marco bastante delimitado y donde todo pasa a ser un juguete (allí son decisivos los roles que juegan las intervenciones del nuevo Spider Man y Ant-Man). En eso, el film funciona como continuidad de El Soldado del Invierno pero especialmente como ruptura respecto a Los Vengadores y Avengers: era de Ultrón: no hay enfrentamientos galácticos o con inteligencias supremas dispuestas a apoderarse del mundo y, de hecho, hay una reflexión sutil respecto a esa chance a partir del giro del final. No, lo que se juega es más pequeño y definitivamente personal, a partir de la fractura que se da entre los superhéroes cuando desde las entidades gubernamentales se busca regular las actividades de los Vengadores, con Cap y Iron Man liderando cada bando. Hay allí otro elemento subyacente que en última instancia es decisivo: Marvel arranca la Fase 3 con un film que podrá hacer más foco en Steve Rogers, pero que en verdad termina siendo indudablemente grupal, tomando en cuenta que ya es un tanto imposible llevar a cabo películas “en solitario” para cada héroe. Los cruces, relaciones y vínculos entre los personajes ya vienen largamente asentados y se hace imposible eludirlos.
4. Y es en este último aspecto donde surgen las mayores debilidades de Capitán América: guerra civil: termina siendo, casi inevitablemente, más sobre la Guerra Civil que sobre el Capitán América. Sólo en determinados pasajes Rogers es el centro y no es casualidad que esos sean los mejores momentos de la película. A pesar de que los Russo son óptimos narradores y llevan el relato por carriles muy fluidos, lo cierto es que tienen múltiples tareas, que no sólo implican la historia de la película: deben introducir a Pantera Negra, al nuevo Spider Man, establecer un lazo con Ant-Man, darle el peso correspondiente a Iron Man, permitirles espacios preponderantes a los demás superhéroes… Comprimir todo esto termina siendo una misión titánica, que le resta impacto a los dilemas construidos. Quizás donde más se note este inconveniente es con el villano: Zemo, quien por algo es encarnado por Daniel Brühl -un actor esencialmente humano, que trabaja a partir de los rasgos expresivos de su rostro-, es un personaje más que interesante, no sólo por sus métodos (es un ejército de un solo hombre) y eventualmente por objetivos, que se revelan hacia el final y lo pintan de cuerpo entero. Pero merecía más tiempo y consideración, no ser una mera palanca para exponer las confrontaciones internas de los protagonistas.
5. Aún así, Capitán América: guerra civil es un film que consigue atrapar a partir de sus épicas ambiciones, que no sólo pasan por el arco dramático sino también por el humor, con algunas escenas estupendas donde descollan Paul Rudd, Anthony Mackie y Sebastian Stan. Y que también tiene a Cap (muy bien Chris Evans, sumamente cómodo en su papel, pero sin cancherearla), que película a película se ha ido consolidando como el mejor de los Vengadores y merecido líder: lo suyo son los puñetazos, las patadas, el esfuerzo físico hasta el máximo (“puedo hacer esto todo el día”) y, especialmente, los valores, la coherencia ética y moral contra todo y todos, siempre al servicio de los demás. Un verdadero mosquetero, un héroe de otros tiempos, noble de principio a fin, que puede formar parte de un grupo pero también merece su espacio propio.