Sin llegar a las cimas de belleza plástica y clasicismo narrativo de la primera “Capitán América” (un film cuyo corazón pesa toneladas), esta nueva aventura del personaje es una combinación de dos clases de película: el thriller paranoico de los `70 (la película que está funcionando detrás, y no solo por la presencia de Robert Redford, es “Los tres días del cóndor”, de Sidney Pollack) y el espectáculo de pura acción propio del superheroísmo.
La mezcla funciona mejor en las peleas cuerpo a cuerpo y en las secuencias donde los personajes se enfrentan con medias palabras. Son todos grandes actores, algo que no suele reconocerse en esta clase de films, y le otorgan credibilidad a lo increíble. Hay otro elemento interesante: la confrontación entre los valores tradicionales de la utopía americana y los valores reales, relativos, del mundo que nos rodea.
Es un film raro ideológicamente: crítico de los Estados Unidos y fiel a América, con o sin rango. La pelea entre el “villano” y el “héroe” (las comillas son obligadas dada la relatividad de cada uno) tiene un elemento iconográfico nada ingenuo: tanto la estrella americana como la soviética (el villano también viene del pasado, un residuo de la Guerra Fría) solo difieren en el color. También allí, sutilmente, el film dice algo interesante: la verdadera pelea, entre el bien y el mal, se da dentro de los hombres. Nada mal para “una de superhéroes”.