Esta es una película más interesante por sus fallas que por sus aciertos. Cuenta la historia de un matrimonio que ha criado a sus hijos lejos del mundo “real”, en plena naturaleza, y que se enfrenta al suicidio de la madre (por una enfermedad mental, aclaremos). Lo que implica que papá y seis chicos -todos, puntualmente, genios idiosincráticos y originales- deben viajar, contra la indicación de los padres de la mujer, a las exequias: ella quería ser cremada; sus padres quieren enterrarla. El viaje es la excusa para el choque entre estos originales post-hippies y el mundo moderno; por cierto que, al final, se establece algo así como un equilibrio entre el idiosincrático anarquismo que promulga papá Viggo Mortensen y el mundo artificialmente conservador de abuelo Frank Langella. La gran falla consiste en que todo suena falso: tanto la genialidad de los chicos como el envaramiento de los “conservadores”; tanto los momentos de comedia como los de drama parecen dispuestos de modo mecánico, para lograr un efecto tierno y no para discutir un problema (que es la premisa original). Un proyecto imposible que se atasca en su propio plan, y eso es lo “interesante”.