El nuevo film de Matt Ross no solo cuestiona el modelo de educación capitalista, también es un gran drama con hondos tintes humanistas.
Al comienzo de Capitán Fantástico vemos a un ciervo pastando en un bosque verde de ensueño, parece una escena sacada de un cuento de hadas, pero de repente entre la vegetación sale un hombre camuflado y ferozmente le clava un puñal. El animal agoniza y con su mirada noble, y sus últimas bocanadas de respiración, clava sus ojos en el joven que lo atacó.
Esta escena tan significativa, en que el hijo mayor de Ben (Viggo Mortensen) en una especie de ritual salvaje se convierte en un “hombre”, sentará las bases de la lógica de la película, ya que esta funcionará como un proceso, sea desde la puesta en escena (el film alterna entre espacios físicos fijos y la road movie) o desde una dinámica familiar que se asienta en un claro movimiento dialéctico: un modo de vida que se cree utópico, de pronto advienen los efectos secundarios del mundo real, hasta que —a manera de síntesis— ambos aspectos logran conciliar y se genera un equilibrio.
La historia de Capitán Fantástico sigue a un padre de familia que cría a sus seis hijos en un bosque bucólico, alejado de las grandes urbes. Les enseña a subsistir con la naturaleza como aliada: desde cazar hasta realizar una rutina de ejercicio diaria. Sin descuidar el aspecto intelectual, ya que los niños y adolescentes del grupo también tienen su momento del día para estudiar y debatir acerca de lo que leen, para así formar una opinión propia.
Debido a que sucede una tragedia con la madre del clan, el resto de la familia tendrá que salir de su luminoso universo para estrellarse con el mundo real. Y es aquí cuando surgirá una de las cuestiones principales del film: ¿Es posible criar a tus hijos alejados de las reglas de la civilización?
Cuando el factor emocional se desborda y el relacional se hace necesario, la utopía se desmorona. Los sentimientos no se pueden manipular y los chicos no pueden vivir eternamente aislados, en alguna ocasión deberán conocer a otras personas.
Si bien por momentos el film peca de apelar a la lágrima fácil, a una sensiblería un tanto gratuita, este aspecto queda relegado gracias a la convincente actuación de Viggo Mortensen, un idealista que hace lo que cree mejor para sus hijos, y ante una puesta en escena atractiva, de colores vivos, acompañada de una cámara dinámica que se mimetiza con los movimientos que trazan cada uno de los personajes.
Capitán Fantástico es una historia que también gana por mostrar los hechos desde otra perspectiva, por sus ideas bien desarrolladas y por involucrar de manera activa al espectador, incitándolo a través de planteos límites al debate y a la reflexión.