Pocos directores han logrado transmitir la sensación de veracidad y de urgencia, el espíritu del documental trasladado al cine de ficción, como Paul Greengrass. Ya sea en películas basadas en hechos reales Domingo sangriento, Vuelo 93 o ahora Capitán Phillips como en entretenimientos para la gran industria y destinados al consumo masivo -la saga de Jason Bourne, el director inglés hizo del vértigo y la potencia narrativa un culto para trasladar al espectador a tiempos y lugares muy precisos, y hacerlos partícipes de experiencias fascinantes y sobrecogedoras.
Esta reconstrucción del caso del secuestro de un barco estadounidense por parte de piratas somalíes en abril de 2009 no es la excepción. Se trata de un tour-de-force emocional que mixtura de manera impecable la velocidad y la fuerza del cine de Greengrass con el aplomo y la bonhomía que transmite en cada uno de sus trabajos Tom Hanks, sobre todo cuando tiene que interpretar a un hombre común devenido héroe en circunstancias extraordinarias.
Hanks es el capitán Richard Phillips del título, un veterano marino que se despide de su esposa enfermera (Catherine Keener) para emprender otro de sus largos viajes al frente de un enorme barco cargado de contenedores, el Maersk Alabama, por aguas africanas. Mientras la pareja habla de cuestiones familiares (como las preocupaciones por el futuro de sus dos hijos), en otro lugar menos favorecido del planeta mercenarios planean asaltar un barco y hacerse de un millonario botín. Esos destinos, claro, confluirán en este hecho que tuvo en vilo a los canales de noticias de todo el mundo.
Pero Greengrass no se queda en la mera reconstrucción de los hechos (de por sí impactantes) sino que profundiza en la psicología de los personajes, sobre todo en la del Phillips de un Hanks convincente en cada uno de los planos y en la del líder de los piratas (gran trabajo de Barkhad Abdi). El realizador inglés sabe cómo generar suspenso y crear tensión, otra vez con la ayuda de su brillante director de fotografía Barry Ackroyd (ganador del premio Oscar por Vivir al límite ). La referencia a ese film de Kathryn Bigelow no es antojadiza: ella y Greengrass deben ser de los pocos realizadores contemporáneos capaces de trabajar la fisicidad del cine sin por eso descuidar la armonía del conjunto ni la carnadura de sus personajes. Directores ya maduros en la cima de su arte.