"El doble sentido de las cosas"
El cine es el más elaborado de los mensajes que pueden presentar los medios masivos de comunicación, no solo hoy, sino a lo largo de toda su historia. Siempre lo fue. Y como mensaje de medio masivo es unidireccional, de emisor a receptor, y tiene por ende un objetivo.
Dicho mensaje a veces suele ser muy explicito, otras ocasiones no tanto y rara vez está ausente dentro de una película. Todo film quiere decirnos algo. Al menos lo intenta, porque claro está, el emisor es el que le pone punto final a ese proceso de comunicación otorgándole sentido al mismo.
El espectador dota de significado ese mensaje. Le da un sentido, muchas veces ayudado por el trabajo de los responsables de esas producciones, aunque a veces no nos demos cuenta.
Paul Grengrass, a quien todos conocemos por su exitosa incursión en la saga Bourne, es uno de los directores modernos que mejor sabe hacer llegar al público sus distintos mensajes a través de sus películas.
El realizador británico es un gran narrador de historias, no solo desde el punto de vista técnico ya que utiliza todos los recursos del cine, tales como la edición, la música, la fotografía y la iluminación de forma perfecta, sino también en materia de llegar al público.
Dejemos de lado a Bourne: ¿Con qué nos encontramos dentro de su filmografía? Con un director que narró la travesía de un soldado ingles abandonado en Malvinas que debe volver a su tierra (Resurrected, 1989), que contó también los violentos e históricos hechos ocurridos en Irlanda durante una protesta de civiles (Bloody Sunday, 2002) y que además es responsable de la mejor película que se hizo sobre el mayor atentado que sufrió Estados Unidos en Septiembre del 2001 (United 93, 2006).
A Greengrass le fascina contar historias ficticias sobre hechos reales y lo hace tan bien que podríamos denominarlo el Truman Capote del cine.
Su principal arma es el non-fiction, es decir, narrar hechos reales de alto impacto en forma de ficción (porque resulta casi imposible saber con exactitud y objetividad lo que sucedió) aun contando con la desventaja de que el espectador sabe de antemano cual es el desenlace de lo que se le cuenta.
Así y todo, Greengrass sale airoso siempre de estas incursiones y no solo recibe el apoyo del público a lo largo del mundo sino que también un espaldarazo tremendo de algunas personas dentro de la industria de Hollywood que le permiten seguir haciendo lo que le gusta.
Y ahí viene la clave: No estamos frente a un realizador que cuenta historias por razones desconocidas, sino que nos encontramos cara a cara con uno de los directores más críticos y opositor de diferentes contextos, situaciones y conflictos internacionales.
“Capitán Phillips” es la historia de Richard Phillips, capitán de la embarcación Maersk Alabama, que en el 2009 fue atacada por piratas somalíes en lo que representó uno de los primeros y más trascendentes ataques de estos grupos organizados a barcos de bandera norteamericana.
Lejos de caer en el patriotismo que puede implicar contar una historia como esta, Greengrass se sacó de la manga un tremendo film de suspenso que no da suspiro y ofrece además una de las mejores actuaciones de Tom Hanks de los últimos tiempos.
Ritmo frenético, acompañado por una soberbia banda sonora ejecutada por Henry Jackman (Kick-Ass, X-Men: First Class), una edición impecable de la mano del ganador del Oscar Christopher Rousse (con quien Greengrass trabaja habitualmente) y actuaciones secundarias que realmente sorprenden (todo el grupo de piratas somalíes está a la altura de las circunstancias y mucho más).
Pero hay más detrás de todo eso, porque “Capitán Phillips” se sostiene también por el guión escrito por Billy Ray (State of Play, The Hunger Games) que deja todas las piezas acomodadas para que Greengrass se luzca y ofrezca, además de una dirección notable, un film con un doble sentido intrínseco que se agradece por estos días.
Durante la primera parte de su película, Greengrass se encarga de presentar a los dos bandos protagonistas. Por un lado toda la tripulación del Maersk Alabama, mientras que por el otro todo el grupo de piratas que llevará adelante el ataque. Sin caer en subjetividades, en la evidencia de quien es bueno y quien es malo, lo que nos ofrece el director son las razones necesarias para entender porque nuestros grupos de personajes hacen lo que hacen.
En la segunda parte, cuando ambos grupos finalmente se ven la cara y sacan a la luz sus distintas realidades nos empezamos a encontrar con el doble sentido que plantea Greengrass y que puede resumirse básicamente en una serie de líneas como “Todos tenemos un jefe” y en la pregunta que realiza el personaje de Hanks a uno de sus secuestradores: “¿Es este tu negocio?”.
Es decir, aquí en esta historia, ninguno de los bandos puede torcer ese destino, el de dejar de depender de otros para poder hacer su vida y eso es algo que los define por completo.
Narrar la historia de un laburante que ve amenazado su trabajo por otra persona que justifica sus actos porque su país no le da oportunidades no es a priori un panorama que incline la balanza hacia un solo costado. Al espectador le cuesta en cierto punto aclarar los grises y no sabe que postura tomar frente a lo que sucede en la pantalla.
Sin embargo el director de “Capitan Phillips” al ingresar un tercer elemento clave termina cambiando por completo el relato y deja bien en claro su postura al respecto.
Lamentablemente, ese tercer elemento clave es el ejército norteamericano.
Digo lamentable, porque seguramente todos aquellos que no razonen dentro de una sala de cine saldrán a decir que estamos frente a una película pro-bélica y en realidad estamos frente a todo lo contrario.
Greengrass con tan solo un par de escenas te describe de pies a cabezas un panorama triste y realista del mundo real: Todos somos prescindibles, todos somos marionetas de una estructura que nos mueve según su conveniencia y todos sabemos que la violencia es la solución favorita que brindan a nuestros problemas aquellas personas que están a cargo de mantenernos a salvo.
El plano que muestra a los francotiradores abandonando su posición, sin música de fondo, sin muecas ni gritos de alegría, sino tan solo caminando como quien sale de su trabajo en una simple oficina es un retrato perfecto de la situación que atraviesa actualmente los Estados Unidos en materia bélica.
La naturalidad con la que se asume la violencia como profesión e instrumento de poder para controlar todos sus problemas es apabullante y Greengrass remarca eso no para valorarlo, sino al contrario, para criticarlo abiertamente.
¿Por qué digo esto? Porque después viene la escena clave, donde la actuación de Tom Hanks se hace meritoria de ser reconocida por todos los miembros de distintos jurados que otorgan premios, y donde además Greengrass cierra de forma contundente su mensaje.
La violencia en este caso sirvió para la resolución de un conflicto en particular, pero si se llegara a utilizar como una solución posible frente a un problema real como la pobreza y la falta de oportunidades, el resultado es desalentador, amargo y tan triste que emociona de forma genuina, sin golpes bajos.
“Capitán Phillips” es una gran película, no quedan dudas. Y todo el éxito y reconocimiento que obtenga se deberá, sobre todo, a que detrás de esta producción hay un gran narrador de historias, a quien le basta con cambiar un mínimo detalle para ofrecer un mensaje solido e interesante.
Recomiendo ampliamente su visionado, y una vez que finalicen el mismo, busquen en internet imágenes y secuencias sobre como terminó verdaderamente esta odisea para el Capitán Phillips.
Solo así entenderán las palabras con las que abrí esta opinión: El cine es el más elaborado de los mensajes y todo tiene un objetivo y un sentido, nos demos cuenta o no.