¿Quién no se fija en los antecedentes cuando estos son muy evidentes a la hora de mirar un afiche y entrar al cine? Por un lado, Tom Hanks en su primera composición de personaje único desde “Larry Crown” (2011). Por el otro, Paul Greengrass quién además de “Vuelo 93” (2006) cambió el rumbo de la saga de Jason Bourne tiñendo de drama personal un argumento de espionaje con altas dosis de tensión y acción en “La supremacía de Bourne” (2004) y “Bourne: el ultimátum” (2007). El resto es casi desconocido, aunque también tengamos en Billy Ray al guionista de “La sombra del poder” (2009) y “Los juegos del hambre” (2012), o sea que escritor hay.
La historia real del primer barco de bandera estadounidense secuestrado en más de 200 años pinta a priori como algo muy localista en términos de patriotismo. De todos modos el título, “Capitán Phillips”, sugiere una historia personal que por el sólo hecho de llevar un nombre propio con rango incluido uno piensa: Por algo se decidió contar la historia de éste hombre.
En los títulos, el Capitán Phillips (Tom Hanks) tiene apenas algunos planos detalle en su casa como para intuir en él a un hombre metódico, ordenado, casi sistemático en la aplicación de las reglas. Durante los títulos lo vemos leer un mail que advierte de piratas somalíes amenazando las rutas comerciales de barcos cargueros. Luego de esos segundos, en los cuales también lo vemos charlar de sus hijos mientras conduce hacia el aeropuerto junto a su esposa, la trama se bifurca. Nos trasladamos a las costas de Somalía. Vemos una situación socio-económica diametralmente opuesta. Una comarca muy pobre con gente en situación de desnutrición e indigencia que es “copada” por un grupo armado que le exige dinero a los habitantes. Literalmente les ordenan secuestrar algún barco para, con el rescate, pagar tributo al “capo”, a quien nunca veremos. No hay explicación en el guión del porqué de esta situación. Como si se diera por sentado que el espectador sabe como viene la mano en el país. Total que salen dos lanchas y un lanchón. En una de ellas está Muse (Barkhad Abdi), hombre decidido a capturar a su presa a como de lugar, aunque sus compañeros decidan pegar la vuelta. Por supuesto tendremos montaje paralelo hasta que las tramas se unan.
La realización de Paul Greengrass está sellada con su estilo “bourneiano” en el cual predomina una cámara en mano vertiginosa que velozmente nos va alejando o acercando el objetivo desde ángulos en los cuales parecería estar buscando algo con una mira telescópica. Esto funcionaba mejor en las multitudes entre las que se movía Jason Bourne para escaparse de sus perseguidores, como si el espectador fuese uno más de los que busca focalizar la acción en medio del tumulto o el tránsito. Aquí, todo ocurre en un barco o en una lancha dejando en evidencia el mismo recurso estético-narrativo. ¿Es efectivo?, sí. ¿Útil?, no tanto.
Pero esta apreciación es sobre una cuestión de decisión estética. No hace a la buena construcción de momentos muy tensos y dramáticos donde el peligro está latente y los trabajos actorales (los africanos no son actores pero están muy bien) rinden al máximo para hacer creíble la situación. Toda la secuencia del abordaje es una buena muestra de armonía de rubros, es decir, está dirigida con solidez y seguridad.
El problema de “Capitán Phillips”, más allá de resultar muy entretenida, es el desvío del eje. La paulatina transformación del foco de interés y del texto, es otra cosa. El personaje, su meticulosidad, personalidad, instinto, intuición para manejar la situación, su carácter de héroe al ofrecerse él como rehen a cambio de la seguridad de su tripulación, todo eso se va diluyendo para centrar la obra en el operativo de rescate de la marina de los Estados Unidos. El plano final le servirá al lector como ejemplo. Es cierto, el personaje está correctamente instalado y desarrollado cuando todavía faltan cincuenta minutos para el final, ergo, la redundancia está a la orden del día. Bien filmada, pero redundante al fin.
Más allá de la falta de las omisiones del guión, estamos frente a un buen pasatiempo, con segura candidatura de relleno al Oscar a mejor película y dirección, y claramente una sólida nominación para Tom Hanks que con la improvisación de la escena final justifica el valor de la entrada.