Es conflictiva la función que cumple Capitana Marvel dentro del universo cinematográfico de Marvel. Tratándose de la vigésimo primera película del estudio, alarma su clasicismo. A su vez, dentro del esquema temporal de películas, se transforma apenas en un nexo para esa ambiciosa macronarrativa que llegó a su punto álgido con Avengers: Infinity War. Capitana Marvel, por su estratégica fecha de estreno, no logra autonomía, su visionado es en extremo dependiente al chasquido de dedos de Thanos. Black Panther, por ejemplo, se benefició al oficiar de antesala.
Prueba del parasitarismo es el entusiasmo que provoca cada link al entramado del mundo Marvel: la aparición de Samuel L. Jackson rejuvenecido en su personaje de Fury es un arrebato de alegría, así como el McGuffin del Teseracto, clave para el futuro de la saga. Pero Capitana Marvel, personaje, pasado, identidad, no aportan un sello distintivo aunque Brie Larson se esfuerce por ofrendarnos su carisma.
Todo luce como una película de superhéroes de la primera camada. Esto dispara una encrucijada: la acción transcurre en los años noventa, posicionándola en el grado cero de Los Vengadores. Como precuela absoluta de Marvel, que una superheroína siga los pasos obvios del género es conceptualmente atractivo; para el bagaje del espectador de la saga Marvel es un completo sinsentido, una reiteración agobiante, con una rítmica, estética y mensaje añejos.
Otro problema al que se enfrenta la película es el poder desmesurado de la heroína. La tensión en los combates decisivos es nula: Capitana Marvel, ya en su faceta masculinizada, es capaz de aniquilar cualquier amenaza. La directora Anna Boden es conciente de este atributo y decide focalizarse en la vida anímica de Carol Danvers y su resiliencia, pero jamás obtiene el tono intimista adecuado. Cuando Carol se reencuentra con una amiga del ejército y desentraña su historia, la película ingresa en una meseta preocupante, una mini película que revela intensiones originales devoradas por el mandato de testosterona mainstream.
También será obvio el oportunismo feminista. Hay una secuencia de montaje en donde muchas Carol Danvers se levantan del piso mirando aguerridas a cámara. Esto, no obstante, es un traspié menor.
Capitana Marvel termina siendo el caso paradigmático para entender cómo un estudio va modificando el consumo de cine. Un rizoma seriéfilo obstinado en hacer de la sala de cine su lugar de visionado. Este mestizaje entre series y palículas quizás establezca el horizonte de la industria. En el medio del proceso habrá mutaciones fallidas. Capitana Marvel en este caso.