“Película de comité”: el término se utiliza para aludir de forma despectiva a las películas creadas no por una visión artística sino por el deseo de un estudio de subirse a una moda y ganar unos pesos. Una película por encargo. Bueno: “Capitana Marvel” es una “película de comité”, se la mire por donde se la mire.
Primero, es una película más en una pila de películas superheroicas, sin nada que la distinga de sus predecesoras: una historia de origen bastante convencional, con algunos diálogos lanzados al éter de sus dos horas de duración para intentar atar la tradicional narrativa del héroe a una historia de empoderamiento femenino.
Segundo, es una película diseñada para unir “Infinity War”, tecera entrega de la saga de los Avengers, a “Endgame”, cuarta entrega vengadora que se estrenará en abril y donde Capitana Marvel será parte fundamental para derrotar a Thanos. Y en ese sentido, y tercero, es el intento de la comiquera de introducir un nuevo y poderosísimo personaje (casi trampa, a esta altura, al punto de que muchos se preguntan que hacía esta poderosa salvadora mientras la Tierra estaba al borde del colapso en los eventos de las primeras dos “Avengers”) para encabezar la cuarta fase de su universo cinematográfico, que comenzará tras “Endgame”, cuando a sus principales héroes se les terminen los contratos.
Pero en cuarto lugar, sobre todo, “Capitana Marvel” intenta subirse a lo que hoy es tendencia: gracias al empuje de millones de mujeres, la audiencia ya no se identifica con el héroe que Hollywood nos dio por décadas, que es masculino, y pide otras heroicidades y, sobre todo, otros géneros para practicar el heroismo. Marvel se suma a la tendencia y parece que hay que aplaudir el hecho de que tras 21 películas, una mujer encabece una cinta de la comiquera, cuando en realidad hay poco de valiente, y mucho de calculado, de oportunista, al igual que su mensaje alegórico sobre los tiranos de la paz, las campañas del miedo y los refugiados.
Mejor construida que la celebrada “Mujer Maravilla”, creada en el mismo de aprovechar el zeitgeist, Capitana Marvel es una historia de empoderamiento donde no todo termina a los golpes, replicando la resolución de problemas históricamente patriarcal, de aplastamiento del otro, como hiciera su contraparte de DC en su película. El personaje encarnado por Brie Larson es parte de un conflicto galáctico, sí, pero la historia de su evolución para correrse de debajo del yugo que la oprime y manipula su forma de pensar, es la historia de alguien que decide dejar de pelear, de aplastar, y se convierte en protectora. Acierto de Marvel.
Y Larson está bien en el rol (aunque el canchero no le queda tan bien como a Robert Downey Jr.) y se divierten junto a Samuel Jackson, pero el “mensaje” parece manufacturado, poco orgánico: la historia de origen es de manual solo que actualizada para la era del #MeToo, y con un giro muy previsible.
Y los chistes no son tan graciosos y son esporádicos: las películas de Marvel siempre fueron felices no por su acción sino por su tendencia al chascarrillo, por la química de su elenco, y en esta hay poco de eso y, otra vez, una serie de escenas de acción realizadas en piloto automático, visualmente chatísimas y con prevalencia de un CGI espantoso que le quita realismo, peso, a las batallas, y por lo tanto, que le quita riesgo, emoción. Ah: los trajes creados para la película son muy feos.
Ojo: esto no quiere decir que la película sea imposible de mirar. Como todo producto cuidado de Marvel, la comiquera se encarga de dar a la audiencia lo que quiere, y aunque la cinta sea olvidable por su narrativa genérica, su humor demasiado ocasional y su acción desinspirada, nadie la pasa mal en las butacas.
Pero sí señala lo que parece ser un problema creciente para Marvel y el cine de superhéroes en general. Tras 21 películas, al estudio le empieza a costar renovarse, encontrar historias nuevas, ideas nuevas. Está, además, atado por las historias que se narraron en el pasado y las que se contarán en el futuro, y encajar las películas dentro de esa meta-narración, un acto de malabarismo que quita autonomía y frescura a las películas.
Esa frescura que sí han encontrado producciones de la competencia, que han encontrado caminos futuros para el cine de superhéroes, más libres, más desatados: DC fracasó estrepitosamente al intentar construir su propio universo, pero Fox entregó dos “Deadpool”, que llegaron en el momento justo para parodiar un género al borde del estallido, y la celebrada “Logan”, una historia autoconclusiva que exploraba nuevos géneros, mientras que Sony hizo explotar de creatividad visual y desafío a la convención una historia clásica, contada mil veces, como la de Spider-Man, en “Un nuevo universo”. Marvel, el rey del cine superheroico, se arrastra mientras tanto con estas producciones diseñadas para ser apenas piezas de un rompecabezas gigante, historias poco relevantes, recreos entre la historia principal. Bueno, funcionan como recreos. Y nada más.