Directo desde Misiones, la postergada producción "Cara Sucia", de Gastón Gularte, es una cálida bienvenida al cine infantil más autóctono e inocente, sin dejar de lado, un profundo mensaje. En una cartelera infantil plagada de títulos provenientes del mainstream hollywoodense, encontrarse con películas como "Cara Sucia: Con la magia de la naturaleza", debería ser un orgullo para todos nosotros.
Que no se mal entienda. "Toy Story 4" es una maravilla a la altura de toda la saga; "El rey león" es un prodigio visual sin precedentes; y "La vida secreta de tus mascotas 2" tendrá un público al que le guste.
Pero todas están pensadas para un público universal, y si se quiere, con una idiosincrasia que no es la nuestra. Por el contrario, nadie puede negar que "Cara Sucia" es una nena 100% argentina, y que todo lo que sucede alrededor suyo, respira aire bien autóctono. El segundo largometraje de Gastón Gularte, director de “Detrás del sol, más cielo”, vuelve a apostar por un relato sencillo y directo, que apunta al corazón, y a las metáforas simples para un público amplio.
En aquella oportunidad no necesariamente se trataba de un film infantil, presentaba un retrato juvenil adulto, haciendo pie en el drama, con mucha calidez, y consciencia de hacer un cine para el público al que se apunta; constante que se repite en "Cara Sucia: Con la magia de la naturaleza". Vamos a aclárarlo de una.
Probablemente una película como esta sea mejor apreciada por los niños (y adultos con corazón de inocencia) alejados de la urbe capitalina de Buenos Aires, que por aquellos más acostumbrados a la vorágine de la jungla de cemento; pero esto para nada va en detrimento con el resultado final, por el contrario, hablamos de una película que define perfectamente su target.
Detrás de esa pátina de inocencia y simpleza mágica, se esconden profundos valores que no son tan comunes de encontrar en una propuesta orientada a un público menudo.
Amor por la naturaleza pero desde la tierra, alejado de toda superficialidad, con consciencia de lo que se habla; respeto a los adultos sin condescendencia, valorizando la infancia sin la presión de hacer que salten etapas; y una interesante crítica al consumismo, el capitalismo, las grandes corporaciones, la crisis laboral, y el vivir para lo material.
Todo transcurre en Misiones, con la selva misionera como escenario predominante. La actividad predominante es el aserradero, que los trabajadores locales explotan a consciencia, reforestando todo lo que extraen.
Pero eso está a punto de cambiar. Los hijos de los trabajadores juegan en la selva y se divierten sana e inocentemente, respiran de un aire puro que difícilmente encuentren en otro lugar. Entre ellos está Mariel (Isabella Caminos Bragatto), a la que todos llaman Cara Sucia por su afán de jugar hasta altas horas en la selva y estar siempre con la cara sucia signo de la desprejuiciada diversión sana.
Junto con un amiguito forman un dúo al que ocasionalmente se les unirá un tercero, un niño turista español que se hospeda con su madre en un hotel cabaña de la zona.
El trío pasa sus días en la selva, juega, se entretienen, y aprenden a amar la sabiduría de la naturaleza, de la mano de un chamán que le confía a Mariel unas piedras mágicas que ella utilizará para ayudar a todo el que puede. Los problemas comienzan cuando a la zona llega una vil empresaria (Laura Novoa) que desea llevar a cabo un emprendimiento inmobiliario a costa de la selva, y a cambio promete emplear a los trabajadores del aserradero.
Claro que todo trato tiene su costado negativo, y acá la víctima directa será la naturaleza, y a la (no tan) larga serán los propios lugareños, ya que el trabajo será sólo temporal – después se remplazará por maquinaria – y ya no tendrán a su amada selva.
En realidad, esta mujer es una suerte de bruja o hechicera con poderes oscuros, un opuesto a los poderes de las piedras otorgados a Mariel. Llegado el momento, el chamán, junto con un ser mitológico de la selva, ayudará a los chicos a convertirse en criaturas del bosque con poderes para combatir los funestos planes de la hechicera, y liderar una rebelión para salvar el lugar.
La historia no presenta grandes sorpresas y no lo necesita.
Gularte antepone los valores, las enseñanzas, y la simpleza e inocencia de los elementos. No intenta eludir lugares comunes, subrayados, ni varios tramos declamatorios; todo será válido para llegar a la calidez de una historia con alma y corazón. La mezcla de acción real con animación (para las criaturas) es fluida, y se nota un esmero de producción tratándose de una producción chica imposible de comparar con un tanque de Hollywood.
"Cara Sucia: Con la magia de la naturaleza" demandó muchos años de producción, y es todo un logro que finalmente arribe a su estreno comercial. Acostumbrados a un cine industrial que proviene de la urbe, esta es una producción que respira puro aire del interior, y eso sólo ya la convierte en una realización notable.
Sí, algunos podrán decir que es una película que atrasa, tiene cierta estructura similar al cine infantil nuestro de los años ’80, hasta a alguna producción de Manuel García Ferré.
En todo caso, habría que analizar, por qué una producción que responde a códigos aplicados años antes es vista con malos ojos. No trata a los chicos como personajes adultos (sin significar esto que los subestima o trata como estúpidos, respeta su inocencia), transita un camino contrario a todo el consumismo, y antepone la nobleza de su mensaje por sobre cualquier artilugio que la haga ver más grande.
Las dos protagonistas de esta historia son el gran hallazgo. Isabella Caminos Bragatto es pura sencillez y frescura. Salida de un casting multitudinario realizado entre chicos de la provincia, la niña expresa todo lo que Cara Sucia tiene que ser, dulzura, inocencia, y espíritu de amor.
No es una nena que quiere ser grande, quiere seguir siendo lo que es, y esparciendo bondad entre los suyos. En la vereda opuesta, Laura Novoa es una villana de lujo.
La actriz se divierte componiendo a un personaje que parece Lady Gaga. Con vestuarios armados, estrafalarios, llena de gesticulación, una sobre actuación buscada y lograda. Es graciosa y a la vez atemorizante. Una suerte de Cruella DeVille 2.0, mala por ser mala, nacida del peor infierno capitalista. Cada aparición suya es digna de festejo.
Colorida, alegre, pura, con un bello leit motiv, "Cara Sucia: Con la magia de la naturaleza" es una propuesta de nobles intenciones, que responde a un mercado que necesita de más producciones como está con más corazón y consciencia, que grandes armados vacíos.