Silvina Schnicer y Ulises Porra y la opresión de clases en la Latinoamérica de hoy
Los directores de "Tigre"(2017), Silvina Schnicer y Ulises Porra, trabajan en su nueva película sobre el poder que ejercen las clases dominantes sobre aquellas más débiles a partir de la relación entre una mucama y la hija de sus patrones, una adolescente que se ve envuelta en un trágico accidente.
Premiada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, está coproducción argentina filmada en República Dominicana narra la relación entre Yarisa, la mucama, y quién se ocupó de la crianza de Sara, una adolescente que ya tiene 17 años. Ambas mantienen una interdependencia que va más allá de las diferencias de clases, pero, ante un hecho trágico quedará de manifiesto que solo se trata de una ilusoria relación dominada por el poder.
El binomio de directores vuelve a nutrirse de esa atmósfera social opresiva que sobrevuela la cinematografía de Lucrecia Martel para pintar un mordaz retrato sobre las diferencias de clases y el poder que la dominante ejerce sobre los dominados. La trama nos presenta al personaje de Yarisa, integrada a una poderosa familia dominicana, cumpliendo sus tareas, pero también sintiéndose parte de ella. Cuando ocurre un accidente, que la involucra junto a Sara, los polos se invierten y lo que creían real se vuelve una mera ilusión. Una deberá elegir la mentira para poder seguir adelante. Mientras que a la otra la verdad le destruirá una vida que ya estaba rota de antes.
Carajita (2021) es una película que arrasa como un torbelino y no da respiro, pero lo hace apostando por el pequeño detalle más que por la grandilocuencia visual, donde de por sí el escenario elegido lo es. Los directores evitan poner el paisaje caribeño en primer plano, un recurso que ya habían utilizado en Tigre, donde muchas veces éste queda hasta fuera del campo visual, para centrarse en gestos y miradas que dicen lo que las palabras no pueden pronunciar. En ese sentido es valioso el aporte de Iván Gierasinchuk en la dirección de fotografía como la banda sonora de Andrés Rodríguez, fundamental en la creación de la multiplicidad de climas que atraviesan todo el relato y colocan a los personajes frente al espejo de su verdadero yo.
El trabajo de Cecile van Welie, Magnolia Núñez y Adelanny Padilla es descomunal, junto a ellas está un grupo de actores que apela a una variedad de registros, apoyado por una serie de diálogos tan austeros como demoledores, que marcan las características más íntimas de cada uno de los personajes y como se manifiestan frente a cada uno de los entornos ocasionales en donde se mueven. Schnicer y Porra logran, sin la necesidad de recurrir al regodeo de la miserabilidad ni a maniqueísmos efectistas, un contundente retrato social de época que pone al espectador en el rol de abogado del diablo y lo hace partícipe del veredicto final.