Cualquier cosita, ya sabe...
Si usted, estimado lector, desea ir al cine en busca de un rato de evasión, que le ayude a olvidar las penurias cotidianas que nuestro bendito país nos ofrece tan generosamente, entonces siga de largo. Porque esta película que nos ocupa no se ahorra postales de argentinidad trágica, de esas que nos hace preguntarnos cómo podemos caer tan bajo.
Es una película, sí. Se asume que es una ficción. Pero lamentablemente lo que cuenta es muy real, dolorosamente real.
"Carancho" se le llama al abogado que merodea en los accidentes de tránsito, que hacen guardia en los hospitales a la espera del "cliente". Un accidentado que aturdido por el hecho confía en un profesional que le ofrece ayuda legal. Son también conocidos como "rompehuesos", porque cuando escasean los accidentados reales los inventan.
Ricardo Darín es Sosa, uno de estos abogados inescrupulosos, que trabaja para un estudio que tiene arreglo con la policía y el hospital de la zona, donde se desempeña como médica de urgencias una joven llamada Luján, interpretada por Martina Gusmán.
Sosa y Luján se conocen en plena labor, ella como médica, él como "carancho", y la atracción mutua no tarda en manifestarse.
Pero un día a Sosa le sale mal un "trabajo" y aquellos para quienes sirve se les vuelven en contra. Se puede entonces decir que estamos ante un policial negro. Hay dinero en juego, estafas, policías corruptos y hasta algo que podríamos llamar romance.
La diferencia la marca el director Pablo Trapero, quien sólo gracias a su excelente cinematografía evita caer en el documentalismo. Las escenas hospitalarias están muy lejos de ser una fantasía, la creación de algún inspirado guionista. Por el contrario, son apenas una muestra de lo que día a día se vive en los hospitales públicos del conurbano bonaerense y que unicamente la tensión provocada por la cámara en mano, los planos detalle y la banda de sonido, nos mantienen al tanto de que estamos antes un hecho artístico.
El clima del filme es asfixiante, y es destacable que Trapero no haya perdido nunca de vista su objetivo, ni descuidado el tono de su propuesta en pos de subrayar lo que elípticamente denuncia.
Ricardo Darín llena la pantalla con sus gestos mínimos, se consolida como el gran actor que ya sabemos que es, pero lo reafirma encarnando a un personaje difícil. Martina Gusmán, no le va en zaga; su rostro soporta los planos cortos aportando lo necesario para comunicar lo que su personaje vive, sin estridencias, con una economía de recursos digna de ser elogiada.
"Carancho" es un filme fuerte, duro, áspero de principio a fin. Es también una denuncia seria de lo que en este mismo momento, mientras leé esto, puede estar sucediéndole a alguien. Sirva además de potente retrato cinematográfico, como disparador para una discusión que la sociedad y ciertos profesionales se deben.