Carancho, la película que marcó la agenda
Una de las críticas que se le suelen hacer al llamado Nuevo Cine Argentino -acaso la más inteligente y atendible, la que más vale la pena discutir- es que no suele conectarse con lo real, que en algunos casos se encierra en historias de chicos ricos que tienen tristeza en un país que aún exhibe las heridas provocadas por años de neoliberalismo.
Director de la iniciática Mundo grúa (1999), Pablo Trapero fue uno de los puntales de aquella renovación que el cine nacional vivió hace más de una década. Carancho, su más reciente película, ya es un éxito en la cartelera porteña y hoy se proyectará en una sección paralela del prestigioso festival de cine de Cannes. Pero no sólo eso.
Clarín y La Nación, los dos diarios más vendidos del país, coincidieron ayer en publicar notas sobre los denominados "caranchos", inescrupulosos abogados (como el interpretado por Ricardo Darín) que se aprovechan de la desesperación o ignorancia de las víctimas de accidentes de tránsito para estafarlas. Para eso cuentan con la complicidad de médicos, camilleros, choferes de ambulancias, empleados de funerarias y policías.
Carancho, la película, exhibe varios hallazgos cinematográficos. Pero además tiene el mérito de haber instalado en la agenda un tema tan sórdido como complejo al que hasta ahora no se atendía. Buen cine, popular pero no tribunero, que se mete con las urgencias de un país que a pesar de todo sigue siendo injusto.