Carancho

Crítica de Martín Lipszyc - Comunar

Poder relatar la marginalidadsin caer en el facilismo del golpe bajo es un arte en el que pocos se destacan. Uno de los integrantes del selecto grupo de narradores que lo logra con majestuosidad es el director de cine Pablo Trapero, que vuelve a moverse por el conurbano bonaerense en Carancho.

Se trata de un policial negro que toca un tema muy presente en la cotidianeidad nacional y que, sin embargo, no había sido llevado a la pantalla gigante antes: el gran negocio detrás de los accidentes de tránsito.

Por si alguien no lo sabe, este fenómeno es la principal causa de muerte evitable en la Argentina y queda claro que una de las razones -o tal vez la principal razón- porque no se resuelve es justamente que hay mucha plata en juego.

En Carancho, Ricardo Darín es Sosa, un abogado al que le han quitado temporalmente la matrícula y que se ve obligado a entrar en este negocio para sobrevivir. Básicamente, lo que hace es trabajar para un hombre que se encarga de representar legalmente a víctimas de accidentes de tránsito de bajos recursos.

El modus operandi de estos abogados es sencillo: están prendidos en el negocio con la policía y los hospitales, de modo que cuando hay un accidente, ellos llegan rápidamente al lugar de los hechos, convencen a la víctima para ser sus representantes legales y les hacen firmar un papel con el que logran plenos derechos sobre la causa. De este modo, arreglan por sumas mínimas a los principales perjudicados, y el grueso de las indemnizaciones se las llevan ellos.

Estos abogados son conocidos en la jerga justamente como “caranchos”.

Pero volvamos. Sosa es uno de estos caranchos, y en una de sus rondas habituales conoce a Luján -Martina Guzmán- una médica novata que está juntando horas de guardia a bordo de una ambulancia. Mirada va, mirada viene, y se enamoran.

Luján se entera del trabajo de Sosa y no le gusta mucho, pero cuando en una de estas transas algo sale mal y hay un muerto de por medio, ella le da un ultimatum: o abandona la ilegalidad o no volverá a verla.

Sosa, enamorado, decide que quiere ir por el camino legal. Pero el problema es que uno no abandona a una pandilla mafiosa así como así, y los criminales harán lo posible para que Sosa “repiense” la situación.

Es un film genial, con una temática novedosa y a la vez atrapante. Logra desnudar negocios de esos que “todos sabemos que existen” y que sin embargo nunca han sido contados.

Además, es necesario destacar el estilo de filmación: Trapero usa mucho la cámara en mano y móvil, lo que suma tensión y ópticas distintas al espectador, que logrará sentirse realmente en el lugar de los hechos.

Sin dudas, una película que vale la pena ver.