Retrato de la soledad
En Carancho, la nueva película de Pablo Trapero, dos almas se encuentran en el desamparo de la nocturnidad más densa.
En Carancho, su sexta película, Pablo Trapero muestra una vez más las miserias de un submundo social. En Mundo Grúa retrató la vida sórdida de un trabajador, en El Bonaerense se metió en las bajezas de la policía de la provincia, en Leonera describió el universo de la cárcel de mujeres y en su último film describe a través de sus personajes principales dos espacios que se contraponen pero se parecen por su decadencia: un hospital público y un estudio de abogados que se dedica a conseguir o generar víctimas de accidentes de tránsito para quedarse con el dinero de los juicios contra las compañías de seguro.
Martina Gusman interpreta a una médica joven con poca experiencia que debe trabajar sin dormir para hacerse un lugar en un hospital donde el poco personal que queda perdió su último resabio de humanidad. Sorprende la introspección del personaje y una actriz llena de matices que da vida a una mujer solitaria con una necesidad de amar conmovedora. Su vida se cruza con la de Sosa, el personaje que le toca encarnar a Ricardo Darín: un abogado inescrupuloso, que perdió su matricula y cualquier tipo de ética ligada a la profesión. Alejado de su impronta costumbrista, Darín logra crear a un hombre contradictorio pero creíble.
El tercer protagonista de la historia es la noche oscura y desolada, las calles vacías cubiertas de miedo, donde reinan la incomunicación y el desamparo. Trapero tiene ese don para narrar ficciones artísticas en un contexto tan reconocible como conocido, un cine social necesario, pero lleno de vetas estéticas. Completan su filmografía las menos interesantes Nacido y criado y Familia rodante.
Policial negro y drama romántico son los géneros que transita Carancho, con escenas de sangrienta violencia y sexo contenido. Tal vez lo único cuestionable sea una exagerada necesidad de crear impacto, sobre todo al final de la película, pero la estructura narrativa lineal permite seguir la trama sin perder el hilo argumental, lo que da cuenta de la genialidad del director para contar historias simples y profundas.