Dos años después de su estreno en España, llega finalmente al país Carne de neón, este filme escrito y dirigido por el sevillano Paco Cabezas (Aparecidos), que durante casi dos horas traslada al espectador al submundo de la prostitución, la delincuencia y la noche en una ciudad andaluza donde manda ley de la calle. La película es una versión extendida de un cortometraje que realizó el director en 2005, y lo primero para decir es que la experiencia resulta desconcertante, porque la cámara cambia demasiadas veces de tono para ir de la comedia negra al thriller, del drama crudo a la acción. Y pocos directores pueden tener el pulso justo para ser convicentes en ese desborde.
El filme rinde tributo a esas influencias del mejor Tarantino, Almodóvar o Guy Ritchie, con escenas bien logradas, travellings ágiles, música potente y relatos de videoclip a pantalla dividida. Sin embargo, la alquimia funciona de a ratos.
En esta coproducción española, francesa y argentina, la historia gira en torno a Ricky (encantador Mario Casas, una de las figuras del momento en España), un joven abandonado en la calle a los 12 años por su madre prostituta que se hizo hombre vendiendo pastillas y drogas en la calle. Con esas artes logró reunir un buen ahorro y ahora les pedirá a sus amigos, un proxeneta perdedor (Vicente Romero) y su bruto guardaespaldas (Luciano Cáceres), y una travesti sensible y amorosa (Dámaso Conde), que lo ayuden a instalar un puticlub para que regentee su madre (Ángela Molina) cuando salga de la cárcel.
Con solvencia en las interpretaciones, cada uno de estos personajes tejerá su propia trama y se volverá querible, recortado en su imperfecta humanidad. Con buenas y varias pinceladas de humor negro, sin duda está allí lo mejor de la película.El plan inicial del burdel tendrá que sortear varios obstáculos para volverse realidad, y queda claro enseguida que Ricky se habrá criado bajo el imperio de la ley de la calle, pero le falta malicia para ser un explotador.
Luego, la historia se irá desparramando hacia otros tópicos, sórdidos, como la represión a los inmigrantes, el tráfico de bebés o la trata de mujeres para la explotación sexual. Y a la hora de las definiciones habrá descontrol, muchos tiros y sangre a borbotones por todos lados.
Entre el interesante elenco se destaca también el argentino Darío Grandinetti, como "El Chino", un mafioso descarnado y despreciable que anota a Carne de neón en una incómoda lista de películas escabrosas. Probablemente, en sus escenas haya un límite muy cercano al sadismo que habría sido mejor no cruzar en una cinta que se presenta al público con la etiqueta de "comedia". Es que resulta muy difícil reírse después de las escenas de tortura. No hay chiste que funcione después de eso.