Uno, dos…. ultraviolento!
El español Paco Cabezas no perdió la chaveta y sabe lo que hace.
Putas, merca, sangre, sadismo, estética clipera vía herencia Guy Ritchie (uf, otra vez el director de Snatch), personajes violentos y babosos, policías y chorros vengativos y redenciones varias de características maternales en el desenlace.
El cóctel explosivo y violento está servido en bandeja y reúne a Ricky (Casas, estrella española con problemas de dicción), al Angelito (Romero) y sus puteadas cada cinco segundos y al dócil El Niño (Cáceres), un patova con estructura neuronal de corto alcance. Los tres, entre truhanes y proxenetas, deciden inaugurar el boliche Hiroshima y allí aparecen las chicas maltratadas y un par de personajes que disminuyen un poco el carácter misógino y reaccionario de la cinta: la madre de Ricky (Ángela Molina) que padece Alzheimer, y la travesti La Infantita (Conde), quien quiere irse de la roña pero no puede mientras recuerda su supuesta descendencia de Familia Real. Pasada la mitad, surgirá el vengador que interpreta Grandinetti con alta dosis de perversión y sadismo.
Carne de neón plantea un dilema interesante que ronda a una parte del cine de estos días: cómo transmitir cierta moraleja teñida de lección moral en medio de una historia que degrada a la mayoría de sus personajes. Cabezas construye el relato (o algo parecido) con planos brevísimos, impecable sonido y edición, congelados de la imagen y balas en ralenti, demostrando que vio muchas películas y series de televisión, además de pasar revista al videoclip de los 90 hasta estos días. Pero ni ahí resulta suficiente cuando el sadismo gobierna cada una de las escenas y la estilización de la violencia intenta encubrir los desmanes estéticos que recorren las imágenes del film.
Un par de gags bien negros con perros (a uno de ellos lo tiran por la ventana) y la potencia actoral de Ángela Molina (¿qué hace acá?) no inclinan la balanza a favor. El siguiente proyecto de Cabezas es filmar con Nicholas Cage en Hollywood. Agarrate fuerte.