Un documental ácido y valioso sobre una de las grandes pasiones argentinas.
Apenas un par de meses después del estreno de Todo sobre el asado, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, tanto en salas como en la señal I.Sat, llega otro documental que aborda uno de los fenómenos más característicos de la sociedad argentina: la pasión por la carne.
Carne propia utiliza a un viejo toro campeón que emprende el último viaje de su vida, desde la pampa húmeda hasta el matadero. A lo largo de ese viaje, su pensamiento -materializado en la voz en off con tintes gauchescos de Arnaldo André, idea original aunque algo sobreexplotada- irá recorriendo distintas facetas y anécdotas de la historia cárnica local. En particular aquellas relacionadas con las tensiones entre trabajadores y patronales.
La historia de Liebig, la primera fábrica de carne procesada en la Argentina y una de las más grande del mundo, la importancia de los matarifes durante el 17 de octubre de 1945 y el funcionamiento de un frigorífico recuperado por sus trabajadores son algunos de los ejes que abordará el relato durante su metraje. Lo hará con corrección y sin un atisbo de solemnidad aunque de forma algo desprolija, como si por momentos quisiera contar más de lo que finalmente puede.
Por momentos ácida y volcada a un bienvenido humor negro, Carne propia termina siendo una película original e interesante, con méritos suficientes para que el espectador se deje llevar en el viaje de ese viejo toro, que es también el de toda una cultura.