Las vaquitas son ajenas
Narrado por un toro con la voz de Arnaldo André, este documental muestra la relación patrón-trabajador en la industria ganadera.
Alguien podría pensar que Carne propia es la competencia de Todo sobre el asado, pero lo único que tienen en común estos documentales es el tono zumbón y la temática cárnica, porque en lugar del enfoque socio-gastronómico de la dupla Cohn-Duprat, Alberto Romero eligió centrarse en la relación entre los trabajadores y los patrones del sector ganadero.
Ya de entrada, cualquier solemnidad queda de lado: el narrador es un viejo toro Aberdeen Angus condenado al matadero, con la voz clara y profunda de Arnaldo André. Todo un acierto. Lo que no funciona tan bien es el contenido del discurso (escrito por el propio Romero): por momentos, los guiños paródicos de este toro conservador son un tanto infantiles.
La película nos lleva por tres instancias de la relación patrón-obrero en la ganadería argentina. La más llamativa es la primera: cuenta la historia de Liebig, el pueblo entrerriano construido alrededor de una fábrica inglesa de extracto de carne, donde la dependencia de los trabajadores hacia los patrones era total.
La segunda aborda un capítulo más conocido: el protagonismo de los obreros de los frigoríficos de Berisso, con Cipriano Reyes a la cabeza, en el 17 de octubre de 1945. Como hallazgo, cuenta con el testimonio de Dora Roldán, hija de María Roldán, una de las primeras mujeres sindicalistas de Latinoamérica, y con notables imágenes de archivo para ilustrarlo.
Si en ese segundo episodio los oprimidos se rebelaban, en el tercero directamente no hay patrón: aquí se ve el funcionamiento de la cooperativa SUBPGA, frigorífico recuperado por los trabajadores. Es el segmento menos logrado, pero suma para darle actualidad a este racconto cárnico de la eterna e incesante lucha de clases.