Dame Coca
No cabe duda de que cierta textura es natural al cine, o por lo menos de que esa textura es el primer destello que le indica al espectador que está viendo una película. Las imágenes de la obra de Armando Bó que rescata Carne sobre carne tienen el relieve y los colores necesarios para evocar un cine de otra época, con otras necesidades y exigencias. En el documental de Diego Curubeto aparece una enorme cantidad de público amontonado alrededor de Isabel Sarli en un estreno. Quién sabe qué esperaba esa gente de la película que estaba por ver, probablemente no esperaba las risas que se escuchan entre el público del Malba. Como decía, era otra época y había lugar para que un director filmara a fuerza bruta, confiara en su instinto e hiciera cine de explotación mientras creaba una obra fuera de lo común y construía una diva extravagante que se emplazaba en el imaginario colectivo. Y todo eso lo tenía que hacer esquivando la censura.
El mal hábito de la tijera fue uno de los obstáculos que Bó tuvo que sortear en cada producción y le sirve a Carne sobre carne más como excusa para llevar a la pantalla esas imágenes vírgenes de espectadores que como un alegato contra la prohibición. El comienzo de la película, con un monólogo impostado de Víctor Bó (que recuerda, o quizá parodia, el viejo tono declamatorio del cine nacional) sobre los problemas que tuvo su padre con las instituciones encargadas de recortar, es sólo el punto de partida de un tema que se disgrega a medida que pasan los minutos y empiezan a sucederse en la pantalla las imágenes de una joven Isabel.
Algo parecido pasa con las entrevistas en las que aparecen Fernando Martín Peña, técnicos y actores que trabajaron con Armando Bó o la misma Coca Sarli. Sus datos y anécdotas ayudan a poner en contexto a ese cine, pero también plantean una línea que luego se deshace, o más bien acompaña al material recuperado que es el centro de la película. Las animaciones a cargo Pablo Rodríguez Jáuregui son otros de los satélites que rodean a ese material, y aunque a esa altura ya se sabe que esta es una obra creada de retazos, cuando interviene Gastón Pauls en una de las ficcionalizaciones, somos nosotros los que queremos usar la tijera para volver rápido a los gestos ingenuos de la diva cuando nada en una pileta, cuando es asediada por machos cabríos o exaltada por caballos.
La verdadera potencia de Carne sobre carne está en el gran trabajo de investigación de Curubeto y en la restauración que llevaron a cabo el propio Peña, Octavio Fabiano y Juan José Staganaro para que ese relieve, ese grano, abandonara por un rato la pantalla chata del canal Volver y retornara a su forma primitiva que permite palpar el cuerpo de una diosa terrenal.