Carol

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Una pasión sin límites

Los lectores de ficción romántica conocen los trucos y seducciones de la narración en primera persona y el estilo indirecto libre, que en su estructura concentran amor, lujuria y deseo dentro de una sola conciencia. En la novela “Carol” o “El precio de la sal”, de Patricia Highsmith, publicado en 1951, y presentarlo bajo el seudónimo de Claire Morgan (en 1989 la reimprimió con el título de “Carol” con su verdadero nombre, porque trataba el tema del lesbianismo), se desarrolla una pasión sin límites entre dos mujeres de distintas edades y condicione social.
La obra era insólita para la época, porque la relación lésbica no tenía un final desolador, sino que por el contrario al estilo Hollywood terminaba bien, y eso presuponía que no se condenaba moralmente el lesbianismo. La trama en realidad se adentra en la psiquis de una joven que está descubriendo su sexualidad.

La sociedad americana como toda la del mundo anglo-sajón tiene la característica de ser reprimida por sus convicciones religiosas, el puritanismo, que los llevó, a pesar de lo avanzado de sus leyes, a mantenerse por años al margen de la libertad individual y sexual por la que tanto pregonan.

Todd Haynes, en esta oportunidad para mostrar la represión contenida de una época, otra vez se sumerge en el túnel del tiempo de los años 50 de Eisenhower, para refrescar la moda retro, no sólo en la escenografía, sino también en la de una coloratura más amarilla saturada de la fotografía de Edward Lachman, a diferencia de los rojos de “Lejos del paraíso” (“Far from Heaven”, 2002) realizada por el mismo equipo.
El cine americano siempre incursiona sobre lo prohibido, ya sea para exorcizar fantasmas o para demostrar que a pesar de todo existe una cierta libertad. Entre la serie de filmes que trataron el tema del lesbianismo y personajes límites remarcamos por su estructura y excelente factura: “Las horas” (“The hours”, 2002) de Stephen Daldry, se viajaba a través del tiempo y entrelazaba amores condenados por la sociedad. En “Media hora más contigo” (“Desert heats”, 1985) de Donna Deitch, con escenas muy atrevidas de sexo femenino, también se remonta a 1959, una época de transición y puerta de los revoltosos ‘60.
Pero Todd Haynes que ya había, en cierto modo, incursionado en el tema de los amores prohibidos con “Lejos del cielo” (“Far from Heaven”, 2002), en “Carol” parece dar una vuelta más de tuerca a la estética de su filme al rendirle homenaje a Douglas Sick (“Interludio de amor”, 1957), “Tiempo de amar, tiempo de morir·” (“A time to love and a time to die”, 1958), basada en Jean Marie Remarque, “Imitación a la vida” (“Imitation of life”, 1959), que fue el gran maestro del melodrama de aquella década.
Todd Haynes presenta, junto con su guionista Phyllis Nagy, a “Carol” con ciertos cambios de la novela original. Parte del presente al pasado, como flashback, y transita por los laberintos por los que atraviesa la necesidad de una elección que la llevará al personaje a romper con su familia. La acción comienza antes de navidad en un bazar de juguetes de una gran tienda, y luego se traslada a un bar de Manhattan, para en secuencias más adelante deslizarse por los caminos de un amor clandestino.
Pero Todd Haynes y Phyllis Nagy han realizado un cambio mucho más radical, para la autora el deseo es un viaje en una única dirección. Para el director y guionista es una moneda de dos caras. Con escasos diálogos y un melodrama contenido, el filme es una sinfonía de encuadres, ángulos y miradas, de luces y sombras, sobre el estudio del magnetismo humano con la necesidad tanto de un acercamiento físico, como desde la óptica del Eros.
Existen dos escenas claves, la del comienzo en el bar y la final. En la primera el encuadre se realiza desde el punto de vistas de las dos mujeres, Carol y Teresa, observadas por un hombre. En ella Teresa, excelente interpretación de Rooney Mara, ejecuta un acompañamiento silencioso de actriz secundaria o co-protagonista. Mientras que la escena final enfocada desde el punto de vista del pretendiente Richard Semco (Jake Lacy), la cámara hace un paneo inverso para mostrar una diferente situación, en la que muestra la corriente de vibración que existe entre ambas mujeres y el lenguaje oculto de sus miradas a través de las tazas de té.
El personaje de Carol, es a medida de Cate Blanchett, ya que en cierto modo tiene alguna reminiscencia con el que interpretó en “Blue Jasmine” (2013). Su trabajo de recrear los espacios como esposa de un hombre de la clase alta newyorquina, su relación sexual anterior con Abby (Sarah Paulson), que había contribuido al rompimiento de su matrimonio con Harge (Kyle Chandler), un esposo desconcertado por la actitudes de su mujer.
Carol es una mujer complicada con demasiados compromisos y responsabilidades. Teresa es más simple y sus preocupaciones radican en ser fotógrafa del “New York Times”. Carol ilumina el mundo de Teresa con su elegancia, el dominio de sí misma, su encanto misterioso y deslumbrante. Pero Teresa posee también un misterio propio y Carol la compara con un “ser arrojado desde el espacio”, como si fuera una extraterrestre, con sus vestidos de tela escocesa, no coincidentes, y una desprolija boina tejida, que hace un fuerte contraste con los elegantes sombreros de Carol. Teresa por momentos es reservada, infantil, y su actitud pasiva habla de timidez o desvalorización.
Existen asimetrías evidentes al descubrir la relación entre una joven bohemia sin dinero y una rica matrona, en plena madurez. Pero Teresa se niega a ser una ingenua a disposición de un capricho. Ella es vulnerable y hambrienta, tímida y feroz, animal depredador y presa. Y la película, con su glamorosa disposición de imágenes granuladas (tomadas por el incomparable Edward Lachman), depende en última instancia de la claridad de la visión de Teresa, en su capacidad de descubrir quién es y elegir un curso de acción que expresara esa identidad.
Todd Haynes, es un estudioso de estilos cinematográficos de mediados y finales del siglo 20, de la semiótica, de las actitudes sexuales, conocedor y teórico del tema sobre el sufrimiento femenino, ya dibujados en los primeros cortometrajes como "Superstar" y "Dottie Gets Spanked", y también en “Mildred Pierce” (TV-2011), su atención gravitó a menudo sobre las mujeres peligrosas y en peligro. Por eso Haynes toma estos personajes a modo de contrapunto y los desarrolla en todo su esplendor. En el caso de Cate Blanchett la viste con accesorios de colores brillantes y saturados, abrigos costosísimos y tonalidades sobresalientes en sus uñas, bufanda y sombrero. Carol representa el glamour de la posguerra. Teresa en cambio es viste la modesta ropa de una muchacha de clase media que está deslumbrada por la personalidad avasallante de su amante.
La música compuesta por Carter Burwell da el tono preciso al filme y lo acompaña sin estridencias y con una finura inigualable. Es la que le da a la narración un carácter casi mágico. En “Carol” la poesía cruza el espacio entre amante y amada, en un estudio espectacular sobre el magnetismo humano, en la física y la óptica de Eros, con encanto y deslumbrante misterio.
“Carol” no sólo es un bello filme, es un filme para replantearse muchas situaciones de la sociedad actual.