Carol

Crítica de Enrique D. Fernández - A Sala Llena

Prohibido nuestro amor.

Las esporádicas apariciones de Todd Haynes demostraron convertirse en acontecimientos circunstanciales, considerando su distanciamiento de los procedimientos industriales para aprovechar una independencia que privilegie sus inquietudes. Referente emblemático del movimiento New Queer Cinema durante los noventa, Haynes acostumbra a reinventarse con metodologías que distorsionan sus producciones, aunque en Carol decide abandonar las herramientas experimentales para compenetrarse en una aventura homosexual que atraviesa las tradiciones conservadoras de los cincuenta, y soporta la frivolidad del ambiente capitalista norteamericano.

La historia de Carol desarrolla un encuentro lésbico apasionante que involucra a la escritora Patricia Highsmith, mientras trabajaba como empleada en una juguetería, y una misteriosa compradora que consigue seducirla. El episodio finalmente se transformaría en una novela (publicada en 1952 como El Precio de la Sal y bajo el seudónimo de Claire Morgan), aunque soportando la indiferencia de los productores para llevarla a la pantalla. La adaptación de Haynes despliega un melodrama con determinadas referencias argumentativas, pertenecientes al realizador David Lean, y concentrado en la autenticidad de este romance entre lesbianas de diferentes generaciones.

Therese, el personaje que representa a Highsmith y que es interpretada por una sobresaliente Rooney Mara, se preocupa por sus aspiraciones profesionales, soportando una relación heterosexual que no la satisface. La esplendorosa Cate Blanchett personifica a Carol, una veterana que pertenece a la oligarquía neoyorkina y que se encuentra transitando un matrimonio frustrado, mientras reclama la tenencia de su hija. Estas desigualdades complementan una relación que es interrumpida por las convenciones sociales, mientras el conflicto pertenece a los desarrollos individuales de las protagonistas.

Haynes se destaca por reformular diferentes convenciones estilísticas (los despliegues artificiales en Velvet Goldmine o los ambientes que emulaban a Douglas Sirk en Lejos del Paraíso), aunque el concepto que siempre persigue es la identidad, mecanismo que sostiene la integridad de Carol; y considerando los modismos que generalmente desarrollan las propuestas del cineasta (relatos fragmentados sobre personalidades destacadas o argumentos clasicistas interesados en referentes ordinarios), la simplicidad narrativa de Carol complementa un progreso de los personajes sin intervenciones.

Como espectadores confiamos en el compromiso novelesco de la película, aunque la potencia se transmite mediante las actuaciones de Blanchett y Mara. El intercambio de miradas entre Therese y Carol representa un lenguaje codificado, para resguardar la sinceridad sentimental durante las instancias represivas de la sociedad. El contraste feminista que sostiene Blanchett, y la inocencia transmitida por Mara, se involucran confrontando el pesimismo de los discursos que imponen las contrapartes masculinas. Estos atributos que identifican a Carol comprueban que Haynes verdaderamente es un enamorado de sus personajes.