Carrie, noche de furia
Las remakes no siempre están en desventaja con respecto a las películas originales. Dos casos fueron “El cartero llama dos veces” o “Drácula de Bram Stoker”. Ambas fueron íconos en su género, como “Carrie”, pero encontraron una dirección original y unos intérpretes que rompieron los moldes. “Carrie”, una película con la cual Brian de Palma dejó una marca en el cine de los 70, tuvo ahora su oportunidad. Aquél filme dejó una imagen imborrable: cualquiera sabe que esa chica bañada con sangre, con la mirada fuera de plano, expresión de desamparo y perplejidad, y tomada en contrapicado es Sissy Spacek, y que después viene lo mejor. Ahora la directora Kimberly Peirce retomó ese cuento de hadas de horror escrito por el prolífico maestro contemporáneo del género, Stephen King. Después de casi 40 años del éxito de De Palma, Peirce eligió el camino de la fidelidad. La directora, que tiene en su haber “Los chicos no lloran”, donde dio un salto cualitativo en el abordaje de los conflictos adolescentes, esta vez no toma riesgos y reproduce a grandes rasgos el filme de De Palma. Sí se destacan en sus roles la siempre efectiva Julianne Moore como la insoportable y fanática religiosa madre de Carrie, en tanto que Chloë Grace Moretz acentúa la vulnerabilidad de una chica víctima del acoso escolar que hoy se visibilizó con el nombre de Bullying, y que potenciaron las redes sociales y la tecnología. El detalle que acentúa nuevamente el filme es que las acciones tienen consecuencias. Si no, que lo digan los compañeros de Carrie.