Algo ocurrió camino al cielo
¿Se acuerdan del prólogo de Toy story 3? ¿Ese en el que Woody, Buzz y los demás estaban dentro de una gran fantasía de Andy, interpretando roles enmarcados en una enorme aventura que era un western? Bueno, así es toda Cars 2: ya no está la mirada social de la primera, donde los autos antropomorfizados servían de excusa para hablar del pasado y del presente, y de cómo la modernidad había destrozado algunos valores, todo dentro de una gran fábula que hacía recordar al cine de Frank Capra. Entonces, la utilización de autos parlanchines estaba totalmente justificada. Perfecto: ahora imagínense que de cara a una segunda parte, John Lasseter y los demás muchachos deciden hacer borrón y cuenta nueva, y retomar aquellos personajes para ubicarlos en el marco de una historia de acción y espionaje. La operación sería la siguiente: Lasseter, arrodillado en su habitación, haciendo andar los cochecitos con sus manos, y simulando y creyéndose que la grúa Mate es un agente especial y que el Rayo McQueen corre riesgo de muerte durante una carrera internacional. Con esa lógica funciona Cars 2, película a la que podríamos definir como fallida y, decididamente, como la más intrascendente que ha hecho la genial compañía de cine animado hasta el momento.
Antes que nada, vamos a decir que uno puede sentirse totalmente decepcionado con este film (me confieso fanático de Pixar), pero no puede acusarlo de falta de originalidad, de perezoso o de dormirse en los laureles. Simplemente hay algo de la fórmula escogida que no funciona, que no termina de cuajar en un relato que intenta fusionar comedia y acción sin mayor fortuna, y que recién sobre su última media hora parece encontrar el tono adecuado, cuando ya es muy tarde. Como todo en Pixar, Cars 2 también se respalda en la historia del cine: hay mucho de film de espías a lo James Bond (notable la música de Michael Giacchino); hay una referencia evidente a lo hitchcokniano con el inocente involucrado en asuntos que lo superan, incluso con algunos momentos de genuino suspenso que funcionan con esa lógica de lo imprevisto; algunos pasajes de sus competencias internacionales hacen recordar a la Grand Prix de John Frankenheimer; y también hay mucho de buddy movie con Mate y McQueen. Es decir, Cars 2 no es Cars 1 aumentada y engordada, sino algo totalmente diferente, que pone en primer plano al personaje que antes era secundario, que se construye sobre una trama compleja que habla de combustibles ecológicos y contaminantes; y que incluso justifica su existencia más allá de la venta de muñequitos: había necesidad evidente en Lasseter (no de gusto se hizo cargo del proyecto) de poner a estos personajes en una aventura de tales dimensiones.
Mucho se ha hablado desde su estreno en Estados Unidos acerca de que era la primera película mala de Pixar. Sin embargo, no sorprende que Cars 2 haya representado una caída en la calidad tras Ratatouille, WALL-E, Up! y Toy story 3, una seguidilla de películas que parece imposible de superar -no sólo para Pixar, sino también para Apichatpong Weerasethakul-: ya la original Cars había sido un producto menor dentro de la escudería. Cars 2 está alejada de aquella carga reflexiva, de la profundidad sobre los temas abordados y de la sensibilidad de estas películas. El film ha sido concebido como un puro entretenimiento, sostenido en trepidantes escenas de acción y en un humor poco feliz, más deudor de un mal Dreamwoks que de la sutileza habitual. De todos modos parece bastante autoconsciente de sus limitaciones (en su construcción narrativa se nota un desarrollo demasiado lineal y simple, sin mayor vuelo o búsqueda de significado), pero sorprende en todo caso que ni siquiera funcione como entretenimiento. Tres o cuatro chistes logrados, una notable secuencia de acción inicial y no mucho más es lo que ofrece en ese sentido.
De la fórmula escogida, seguramente el mayor error haya sido no darse cuenta que Mate (aquel pajuerano buenazo que era fundamental en el cambio de motivaciones del Rayo McQueen) no es un personaje que pueda sostener por sí solo una película. Si algo podemos destacar de Pixar, su inteligencia suprema, es que el humor de cada personaje es totalmente coherente con sus propias características (incluso en lo sorpresivo, como aquella Barbie reflexiva de Toy story 3). Por eso, no es de extrañar que en Cars 2 el humor, que es el de Mate, sea simplón, directo y que se exploten todas las posibilidades que su torpeza pueda contener. Esto, que puede funcionar en un público infantil, decididamente se hace repetitivo y rutinario para los adultos. No es para nada ofensivo, pero resulta demasiado explícito para la calidad habitual de la compañía. Y lo mismo que ocurre con el humor, sucede con los sentimientos: personajes demasiado planos construyen emociones espurias. Las definiciones sobre la amistad, la solidaridad y el compañerismo son tan evidentes, que Cars 2 da por tierra con aquella premisa habitual de construir historias con varias capas, que funcionen tanto en los niños como en los grandes. Aquí lo complejo se quiere forzar por medio de una trama de espías algo rebuscada, pero esa complejidad no es más que pura superficie. En todo caso Cars 2 es el primer gran paso en falso de Pixar, aunque tampoco es para tanto: es un film arriesgado y estimulante, aunque totalmente fallido en sus intenciones. Un pequeño descenso en el Olimpo de su grandeza incuestionable.