Rápido y melindroso
Desde que los estudios Pixar se unificaron con Disney Pictures se produjo un cierto descalabro en la calidad de sus filmes. Al menos hasta "Los Increíbles" el liderazgo de Pixar era casi indiscutible, ya que a la siempre creciente evolución de su equipo de animadores y técnicos se sumaba un desarrollo de personajes y tramas inusual para una industria como la norteamericana, donde se suele (o se solía) encasillar al género en compartimentos estáticos: un cine animado para niños, otro para jóvenes, otro para adultos. El equipo Pixar había conseguido mantener la atención de una familia promedio en la pantalla, durase lo que durase la película. Pero luego llegó "Cars". Y con "Wall-E" y "Up: Una película de altura" Pixar se afianzó como estudio de éxito, pagando el costo más alto: producciones de calidad errática, con un público bastante indefinido, que no llegan del todo a los adultos ni a los niños. Más imperdonable aún: con la excepción de "Toy Story 3" y, quizá, "Ratatouille", los últimos siete años han resultado en películas pasatistas, casi olvidables.
El Rayo McQueen no es, ni será nunca, un equivalente motorizado de Woody ("Toy Story") o de Mike Wasowski ("Monsters Inc"). Tom Mate está a años luz del carisma y la genuina simpatía que generan un Buzz Lightyear o la Dory de "Buscando a Nemo". Ni hablar de los innumerables personajes secundarios, acotados a funcionar dentro del clisé de ocasión (los "asistentes" Guido y Luigi, la camioneta hippie Fillmore y tantos otros etcéteras), o de los protagonistas colaterales de esta secuela (un auto espía a la manera de James Bond y su respectivo archivillano).
Ninguno de los personajes reviste, por más líneas de diálogo que tengan, demasiada importancia. Cuando se va a ver una película como "Cars 2" hay que ir pensando en mucho color, velocidad, sonido y un 3D que tampoco es nada del otro mundo. Sobre todo si lo comparamos con "Kung Fu Panda 2", una verdadera sorpresa frente a esta otra propuesta.
Una recomendación a tener muy en cuenta, es que los niños menores de 8 años posiblemente encuentren la película demasiado rebuscada y su atención se disperse. Aún cuando este producto está alejado de ese target múltiple al que Pixar acostumbró a su público, es innegable su calidad técnica y tiene buen ritmo. Hay que ser justos: que sea una película de mediana trascendencia no le quita méritos.