El regreso de un campeón.
Luego de la más que olvidable Cars 2, esta tercera entrega devuelve a la historia de Autos algo de su vieja gloria.
Lo mejor del film se juega en el envejecimiento del Rayo McQueen, y en su imposibilidad de concretarse en esa especie de eterno Peter Pan. La vida es cruel para todos, y aquello que tanto apasiona a Rayo corre el riesgo de no poder hacerlo más en el contexto de una competitiva, impersonal y nada romántica Copa Pistón. Daría la impresión de que se tematiza con ello la decadencia de unos valores y principios de sana competición, y de respeto a la experiencia, etc. Pero nada de ello sucede verdaderamente. Tras esa impresión inicial, rápidamente el espectador advierte la verdad un poco cruel de que es ley de vida, que siempre ha sido así. Rayo ayer es el impetuoso de hoy; Rayo hoy es Doc. Hornett ayer cuando quedó fuera de las carreras por un accidente que lo alejó de las pistas y ya no le permitió regresar. La historia se repite y tanto ayer como hoy lo mejor siempre depende de las renuncias de individuos a una fama y oropeles que nada valen.
Si en Cars 1 la renuncia tiene que ver con recuperar una dignidad centrada en la solidaridad comunitaria (empujar al vencido para que él llegue también a la meta), ahora se trata de brindar oportunidad a otro individuo para que se desarrolle un potencial que no ha podido nunca mostrar. Se puede interpretar, en este sentido, que la trama de la primera película se complementa con la segunda de modo orgánico: ayer el mal era el individualismo desbocado que agredía a una comunidad de valores tradicionales y heroicos en la tradición de la mejor comedia ligera norteamericana (En efecto, Cars 1 puede interpretarse como una inversión narrativa de Mr. Deeds Goes To Town, del genial Frak Capra de 1936); hoy el mal es el ahogamiento del individuo por la familia o las corporaciones que truncan el desarrollo de las fuerzas del individuo en nombre de pseudo-valores que en verdad ocultan prejuicios (en este caso, de género).
En términos generales la película es más que meritoria, sobre todo teniendo en cuenta el fiasco de la segunda entrega. No obstante, a mi juicio se opaca su mérito debido a dos defectos vinculados con los personajes y los contextos en general, y con un problema de estrategia de la distribución de la información en particular.
En el primer caso: el relato está centrado en la figura de Rayo y los personajes secundarios tienen muy poco desarrollo y presencia. La entrenadora, que es el único personaje de peso en el relato, carece de un interés suficiente como para balancear la dupla, como hiciera en su momento Mate. A esto se suma que los escenarios tienen una escasa injerencia en la dramaticidad y tampoco llegan a constituirse en sí mismos en elementos narrativos de peso. En la primera entrega, Radiador Springs ocupa el centro del relato con su pintoresquismo provinciano, personajes estrafalarios, etc. En Cars 3 Rayo descubre el pueblo en donde comenzó la carrera de su mentor (Doc. Hornett) pero ni este lugar ni sus habitantes llegan a tener un suficiente espacio en el relato como para aportar en este sentido. El problema en sí mismo no es que no se haya tematizado el pueblito de provincia; en última instancia el problema es que conflictivamente hablando todo el film está centrado en un personaje (Rayo) que ni siquiera tiene una dupla potente que sostenga el conflicto sólo en la dimensión del personaje.
El punto más flaco del film, lo que sí a mi juicio constituye un error significativo, es la información anticipada que se hace sobre Doc casi llegando a tres cuartas partes del film, lo cual trae como consecuencia una irremediable previsibilidad del desenlace perfectamente evitable. Hubiese Bastado con brindar esa información unos minutos antes de que Rayo abandonara la carrera para evitar semejante traspié.