Una sombra se cierne sobre la última entrega de Cars. Esa sombra es la de Toy Story.
Tomando como modelo las aventuras de Woody y compañía, la nueva película de estos autos locos es la mejor de una trilogía que nunca pidió ser tal. En esta entrega, la idea del paso del tiempo funciona y por momentos emociona, pero no deja de sentirse como algo muy calculado. ¿Va a ocurrir lo mismo con todas las producciones de Pixar que lleguen al número tres? Que Toy Story llegara a una conclusión era un paso coherente tanto en su historia como en el de la compañía que le dio vida, ellos son sus personajes más famosos, pero con Cars ¿era necesario? Estos personajes no tienen el peso generacional que sí tienen Woody y Buzz Lightyear. Irónicamente -y a pesar de que por la mitad se vuelva aburrida con algunas pequeñas escenas que juegan en contra a la fluidez de la trama y con algunos momentos cómicos forzados- al copiar a la muy superior saga de juguetes parlantes, termina ganando.
Es imposible para alguien ya entrado en años no sentir que la película lo interpela. Ya somos grandes, no nos podemos hacer los modernos porque no nos dan las ruedas, y es mejor dar paso a la siguiente generación con la sabiduría que adquirimos en el camino. Por eso también es entendible que retome la tradición del cine norteamericano de carreras, ese que transcurría en zonas desérticas o en Texas y que se escapa al juego moderno de Rápido y Furioso. Este es un cine que ve para sí, en su idiosincrasia, y ahí está la música country, los vehículos que se chocan y la carretera para probarlo. Esto no se siente pesado gracias a su tono honesto y sus personajes simpáticos; es también un gran acierto poder volver a escuchar la voz del ya fallecido Paul Newman. También se agradece que no haya muchas referencias a la década de los ’80 como dicta la moda y que Pixar ha evitado. La única que hay es una que se encuentra descolgada entre los créditos finales, pero que no hiere a una película que sigue a un modelo que es muy superior.
Por suerte la producción entendió que el mensaje no tiene que ser más importante que el cine, sino que deben ir de la mano; algo que la mayoría de sus competidores muchas veces no aplican por esa idea obsesiva de tener un mensaje, o peor, la idea de cómo comportarse. No, Cars 3 enseña cómo es la vida.
Como es tradición en Pixar, la película es antecedida por un corto, en este caso: Lou, dirigido por Dave Mullins, sobre una simpática criatura que tiene un altercado con un bully. En su pequeña duración, expresa su mensaje de manera clara y simple sin necesidad de diálogo, y a la vez es una prueba más del poder del cine, ya que logra que simpaticemos con sus personajes principales.