La memoria repetida
En Carta a un padre, Edgardo Cozarinsky construye su último film como una forma de recuperar la memoria familiar (y en menor medida la de la nacionalidad). Indagando sobre sus orígenes en términos de línea paterna, recobra aquella infancia a la que se accede a partir de las voces de los sobrevivientes y los recuerdos tangibles que se poseen (pasaportes, fotos, postales, recortes y cartas) para narrar a un padre judío que llegó a estas tierras escapando de la guerra y la muerte, y encontró hogar y familia en una colonia entrerriana.
Hijo que también hizo el camino inverso de su padre, Cozarinsky va desentrañando la historia propia aludiendo a determinados sucesos de la Historia mundial (pero la mayor parte de ellos en lo que tienen que ver con las raíces europeas). Documental clásico en sus procedimientos, con apenas algunos apuntes que no se extienden más que en su presentación (las fotografías de la adhesión al nazismo en el país con un acto en el Luna Park), el director no consigue alcanzar la potencia que exhibió en otras de sus producciones (La guerra de un solo hombre, Citizen Langlois, Fantasmas de Tánger) y sólo pinta una especie de melancolía que, en sus mejores momentos, se torna poética (el plano fijo de un atardecer con la luz en fuga), en otros los echa a perder explicándolos (las piedras en la tumba paterna, la sombra en el camino), y en la mayoría recurre a los lugares más comunes (el fuego de una hoguera, el cementerio del pueblo).
Si para hablar del origen es necesario detenerse a mostrar, dos veces, un plano de una mano cavando la tierra hay algo que está fallando.
NdR: Esta crítica fue publicada durante el BAFICI.