Cómo atrapar a una audiencia grande hablando de un oficio que lo que menos hace hoy en día es trabajar de lo que le da nombre a su profesión: cartero. Se podría decir que el cartero es el eslabón perdido en la evolución de las redes sociales con la salvedad de que las actuales mensajerías digitales adolescen del suspenso de la llegada de una misiva, del soporte material (sobre, contenido, estampillas).
Ese suspenso es el elemento de la atmósfera que más predomina en este buen filme que pasó por el último BAFICI y que es la primera ficción que Emiliano Serra estrena en cartelera porteña.
Cabe aclarar que la carrera de Serra acumula su mayor cantidad de horas en las mesas de edición aunque ya tiene 2 documentales de su factoría, uno de ellos "La Raulito, Golpes Bajos", con una positiva acogida en el Festival de Mar del Plata en 2009 donde fue nominado para un premio.
Hernán es un muchacho de pueblo y consigue trabajo de repartidor de cartas en el mítico Correo Central, edificio que hoy alberga el CCK. Vamos a viajar a la época de los '90 y el comienzo de las privatizaciones, una de ellas, la del servicio de correo. Esto parece no importarle en principio a Hernán que se convierte en discípulo de un viejo cartero, ése que conoce cómo hacer el reparto en tiempo y en forma pero también el que tiene todas las mañas y el que digita los códigos del grupo, que deben respetarse a rajatablas o atenerse a las consecuencias.
Poco a poco, el joven va ganando su espacio y la confianza de los que lo miran con recelo porque saben que puede arruinarles sus planes para nada santos. Durante el recorrido, encuentra en la gran ciudad a una chica del pueblo, que siempre le gustó aunque ella parecía no registrarlo, un amor imposible. Con las posibilidades que le brinda el conocer dónde vive la gente, tratará de rastrearla violando los códigos de Sánchez, el mandamás de la cuadrilla.
Resulta muy adecuada la contextualización por los uniformes, la elipsis del proceso hacia la privatización, la inclusión del escaneo de barras en los envíos para el sistema del "track & trace", los contratos basura para los jóvenes y las internas gremiales.
Desde ya, no podía faltar el cuarto rebosando de cartas para el concurso del millón de Susana Giménez del que se muestran algunos pantallazos y el trabajo de los carteros para que la ilusión llegue a la pileta del canal donde otras miles de cartas aguardan el destino ganador y los susanos las mezclan tirándolas por los aires.
Germán Palacio y Edda Bustamante hacen sendos cameos en situaciones un poco inusuales poniendo una cuota de color. Sólida actuación de Tomás Raimondi, como el atribulado aprendiz de cartero y de Germán Da Silva como el capataz. La música es del consagrado Gustavo Santaolalla y el guión de Santiago Hadida (Aballay).