Y el Oscar es para… esta sorpresa surcoreana llamada Parasite de Bong Hoon Jo. Quién se hubiera imaginado la instancia en la que todo el glamour del mainstream, el cine de los tanques y los millones de dólares se opacara por la aparición de un director, casi diríamos un indie, que les robó el protagonismo de la noche a los actores de siempre por una buena razón. Gracias a Harvie Weinstein y sus escabrosas aventuras que desencadenaron el movimiento del MeToo, no sólo se hicieron visibles los abusos en la industria del cine sino que parecen haberse terminado las presiones de los productores sobre los jurados. Sí, señores y señoras, se hizo justicia y ganó el cine como arte porque Parásitos es una joyita, un reloj suizo que funciona en todo lo que debe. Quizá a muchos espectadores no les resulte simpática pero está contando una realidad social-económica y cultural que atraviesa a nuestra humanidad. Es un grito ahogado en las miserias de los poderosos y también de esas pequeñas estafas y corrupciones que marean a los que creen que pueden vencer al sistema de cualquier manera o con un plan. Hoon-Jo ya había llamado la atención cinéfila con Okja que tenía muchas fichas para llevarse todo. El pecado fue que la estrenaron sólo por streaming en Netflix y de allí toda la polémica entre el cine del living y el de las salas comerciales. Mucho se habló del mensaje que transmitía este filme y que se centraba en la industria alimenticia y algunos desatinos gigantes como los cerdos que alimentarían a millones de personas por su tamaño. Con ciertos toques de La Naranja Mecánica de Kubrick en su disonancia entre imagen y sonido creó una historia con mucho de fábula ecológica que nos concierne a todos los habitantes del planeta Tierra. En Parásitos se distinguen influencias de Hitchcock, según propias palabras del director en el suspenso y también de Tarantino o Scorsese, por el lado de la violencia. Tiene otros caminos para llegar a esos momentos duros y hace que la película se disfrute de principio a fin. La fotografía es fundamental a la hora de retratar a los personajes y los escenarios donde se mueven. Un sótano en un barrio bajo y un caserón con amplios ventanales y mucha luz natural, que esconde un oscuro secreto. La primera residencia pertenece a los que prejuiciosamente tildaremos de parásitos sociales pues irán de a poco y por invitación de un amigo del hijo de los Kim, metiéndose en la vida de la familia Park. Los dos son apellidos comunes en Corea del Sur. Los Kim verán que la familia Park es permeable a los servicios que ofrecen. Lo que no tendrán en cuenta es que la vida que asumirán les demandá ser más que simples actores. El lujo y las comodidades irán fagocitando a los en principio simpáticos estafadores y mostrarán a los monstruos en los que los puede llegar a convertir ese cuento el que se metieron de lleno. Todas las casas y las escaleras que vean en la peli fueron construidas especialmente para la película. Mr. Bong Hoon-Jo dijo que nunca había construido tantas escaleras en su carrera y menos en su vida. El esfuerzo valió la pena como así también el trabajo con los actores que demandó mayores marcaciones que en sus anteriores realizaciones para que las escenas tuvieran precisióm milimétrica por la necesidad de luz natural de los ventanales y la posibilidad de filmar las escenas en una sola toma para aprovechar estos aspectos. Los cuatro premios que se llevó de la noche del Oscar fueron históricos y debe ser que Bong Hoon-Jo sabe cómo retratar a las familias ya que filmaba casamientos y hacía fotografía de sociales. Cuando estuvo en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata recordó este trabajo y que nunca dejaba pasar las lágrimas de las madre frente al acontecimiento nupcial. Creo que tanto esta ocupación y la de haber sido tutor de niños como lo es uno de los personajes hizo que su película tenga un alto nivel de creencia en lo que vemos en pantalla. Aprovechen a verla en el cine ya que vale la pena en todos sus detalles. Un brindis por el buen cine.
La familia Vallet parece no tener más problemas que otros, podríamos encontrarlos en Europa o en Latinoamérica. Olivier es supervisor en un centro de distribución de mercadería luchando día a día por un trabajo justo, tratando de defender a sus compañeros de la desafiante y fría Agathe, la jefa de recursos humanos. Mientras tanto, Laura, su esposa en casa, cuida de los dos pequeños Elliot de 9 años y Rose de 6. Ella se queda todas las noches hasta tarde esperando a su marido y velando por que los chicos se duerman después de la animada lectura de un cuento. Olivier llega a la casa de madrugada y se vuelve a ir temprano, cada vez comparte menos con Laura y con los niños. Es como si estuviera repitiendo la vida de su padre, que según su mamá y su hermana Betty, nunca estaba para ellos y sí para los empleados de la fábrica en su rol de delegado sindical. Tanto amargarse en el trabajo y la muerte le llegó joven dejando una viuda y dos huérfanos. Volviendo a Olivier, una serie de sucesos dolorosos sacuden al grupo de trabajadores y él está cada vez más lejos de los suyos. Laura es empleada de una boutique, sufre un desmayo, y después de eso, su personaje se esfuma en el misterio de su huida. Olivier tendrá que esforzarse para conocer a sus hijos, que ahora lo necesitan más que nunca. El filme se trata de una búsqueda de la mujer desaparecida pero más aún de lo que dejó de lado por dedicar más tiempo al afuera de su hogar, sus hijos, no conocer cuáles eran y son sus necesidades además de su propia persona. Este hombre se esfuerza por mantenerse fuerte, por tener aplomo al mismo tiempo que Elliot y Rose mostrarán una madurez inusitada frente al drama que los asaltó repentinamente. Este filme despojado de efectos especiales y con un profundo contenido nos conmoverá, sobre todo, en la actuación de Basile Grunberger, el hermano mayor que tiene que tragarse su pena y sus miedos viendo que su papá no da respuestas convincentes frente a lo que les sucede y para proteger y cuidar a Rose. Palabras mayores para la actuación de Lena Girard Voss, que fue premiada como revelación y mejor promesa de actriz en el Magritte Award de Bélgica. El preestreno de esta peli fue en la Semana de la Crítica del prestigioso Festival de Cannes y no sólo tuvo buenos comentarios allí sino en otras tantas muestras europeas donde cosechó elogios. Senez, el director, tomó detalles de vivencias propias para construir el guión y la realización. Por otra parte, y para recrear las escenas con naturalidad, los actores no tenían los diálogos y según pautas debían improvisar frente a cámara bajo las órdenes de Senez. Un método que dio resultado ya que los actores hacen vivir a sus personajes y el espectador podría hasta pensar que son una familia de verdad. No se asusten al ver que el género en el cual encaja es el drama porque no tiene golpes bajos y hay una gran dosis de esperanza para los Vallet. La recomiendo de corazón.
Puede pasar que al terminar de ver "Te pido un taxi", en el transcurso de la misma, se sientan como en el túnel del tiempo, destino los años '70. Por lo menos es el efecto que me causó, soy alguien que vio "La Carpa del Amor" o "Subí que te llevo"... Aquí se reedita la comedia pasatista con un elenco de la cantera de Cris Morena y otros programas juveniles, ahora un poco más creciditos y haciendo cosas aptas para mayores de 16. Entre ellos: Nico Riera, Inés Palombo, Cande Molfese, Agustín Sierra y Barbi Velez. La trama va de amor de una noche, solterón empedernido, compañeros de trabajo que se convierten en radio pasillo envidiando (los hombres) y hablando mal las mujeres de las correrías de Rodrigo (Nico Riera), de los amigos que más que acompañar amplifican los errores del jefe de la pandilla de los corazones solitarios. El giro contemporáneo será que la protagonista femenina, Sol (Inés Palombo) adoptará el modus operandi de Rodrigo que en sus citas despacha a quien enganche pidiéndole un taxi para que abandone su casa. Un día Sol y Rodrigo salen y el que será despedido será él, cambiándole totalmente el panorama y dejándolo mareado en cuanto a sus sentimientos, a su rol de macho alfa transnochado. A pesar de sus intentos por parecer simpática le falta ritmo, cae en lugares comunes y frases hechas. Acierta en ciertos momentos donde hay química entre el elenco pero decae en el desperdicio de situaciones que podrían salir de lo chato. El resultado: una peli para pasar el rato, que más que una propuesta cinematográfica podría haberse subido al escenario de verano de Mar del Plata o Carlos Paz, por la temática y los protagonistas. Resumiendo, una peli que habría corrido la suerte de las citas de Rodrigo o de Sol, le hubiéramos pedido un taxi.
Cómo atrapar a una audiencia grande hablando de un oficio que lo que menos hace hoy en día es trabajar de lo que le da nombre a su profesión: cartero. Se podría decir que el cartero es el eslabón perdido en la evolución de las redes sociales con la salvedad de que las actuales mensajerías digitales adolescen del suspenso de la llegada de una misiva, del soporte material (sobre, contenido, estampillas). Ese suspenso es el elemento de la atmósfera que más predomina en este buen filme que pasó por el último BAFICI y que es la primera ficción que Emiliano Serra estrena en cartelera porteña. Cabe aclarar que la carrera de Serra acumula su mayor cantidad de horas en las mesas de edición aunque ya tiene 2 documentales de su factoría, uno de ellos "La Raulito, Golpes Bajos", con una positiva acogida en el Festival de Mar del Plata en 2009 donde fue nominado para un premio. Hernán es un muchacho de pueblo y consigue trabajo de repartidor de cartas en el mítico Correo Central, edificio que hoy alberga el CCK. Vamos a viajar a la época de los '90 y el comienzo de las privatizaciones, una de ellas, la del servicio de correo. Esto parece no importarle en principio a Hernán que se convierte en discípulo de un viejo cartero, ése que conoce cómo hacer el reparto en tiempo y en forma pero también el que tiene todas las mañas y el que digita los códigos del grupo, que deben respetarse a rajatablas o atenerse a las consecuencias. Poco a poco, el joven va ganando su espacio y la confianza de los que lo miran con recelo porque saben que puede arruinarles sus planes para nada santos. Durante el recorrido, encuentra en la gran ciudad a una chica del pueblo, que siempre le gustó aunque ella parecía no registrarlo, un amor imposible. Con las posibilidades que le brinda el conocer dónde vive la gente, tratará de rastrearla violando los códigos de Sánchez, el mandamás de la cuadrilla. Resulta muy adecuada la contextualización por los uniformes, la elipsis del proceso hacia la privatización, la inclusión del escaneo de barras en los envíos para el sistema del "track & trace", los contratos basura para los jóvenes y las internas gremiales. Desde ya, no podía faltar el cuarto rebosando de cartas para el concurso del millón de Susana Giménez del que se muestran algunos pantallazos y el trabajo de los carteros para que la ilusión llegue a la pileta del canal donde otras miles de cartas aguardan el destino ganador y los susanos las mezclan tirándolas por los aires. Germán Palacio y Edda Bustamante hacen sendos cameos en situaciones un poco inusuales poniendo una cuota de color. Sólida actuación de Tomás Raimondi, como el atribulado aprendiz de cartero y de Germán Da Silva como el capataz. La música es del consagrado Gustavo Santaolalla y el guión de Santiago Hadida (Aballay).
"Sólo Una Mujer" es una radiografía de un caso que puede representar a muchos actores de la sociedad como críticos o padecientes. La locura de llevar al extremo una posición religiosa que se convierte en una ley de muerte y con la excusa defensiva que es el honor de la familia. Aynur es una joven mujer turca viviendo en Berlin, Alemania. La presentación con una voz en off y paneo que registra las imágenes de otras mujeres de su edad, nos dice que ella puede ser cualquiera de ellas. Sin embargo, lo trágico se desnuda cuando el espectador repara en que Aynur, que en turco significa "luna resplandeciente" fue asesinada por su propio hermano. Ése es sólo el comienzo; de allí en más, los acontecimientos que derivaron en el femicidio de Aynur. La voz de la sin voz, que se quita el velo y deja su cabello al viento, irá presentando uno a uno a los eslabones de la trama desde que recibe el mandato de volver a Turquía y casarse con el candidato elegido por los varones de la familia. Luego, la primera afrenta, cuando escapa de ese marido que la asfixia y la golpea. Vuelve a Berlín con un hijo varón, cuyo nombkre es Vida y por el que Aynur soportará todo tipo de desprecios e insultos por querer educarlo fuera del fundamentalismo de su entorno familiar. El pequeño podrá ser motivo de reconciliación o de una batalla más allá de la muerte. La trama va a desencadenarse con el filtro de la visión femenina de Aynur que encontró un lugar en una sociedad más libre pero que no entiende demasiado el por qué del peligro que denuncia. Por otro lado, el de que los que podrían ayudarla y no tienen todas las herramientas ante una desesperada mujer con un hijo y finalmente, el de la familia turca que se radica en una cultura totamente diferente a la que viven en su país de origen y quieren seguir, como en una burbuja, en sus costumbres, incomprensibles en muchos sentidos, incompatibles con el presente de Aynur. Un cine comprometido con realidades sociales, sin golpes bajos y filmado con formato de documental ficcionado, en el que por momentos veremos imágenes de un noticiero, más tarde, fotos de diversos momentos o personajes y escenas que desarrollan los eventos dramáticos en los que un peinado. una mirada, un tema musical y la elección de las compañías pueden convertirse en un motivo para un crimen de honor de esa persona que deshonra a la familia. Dirigida por Sherry Hormann, film basado en el libro de Matthias Delb y Jo Goll y con la destacada actuación de Almila Bagriacick, quien fuera nominada como Mejor Actriz en Alemania por su papel en el filme Hördur (2015).
Tremenda película que va al centro de una temática descarnada y actual, el tráfico de personas. El mérito de esta superproducción boliviana está en la dirección de arte, en la conmovedora actuación de su protagonista, Fernando Arze, que coescribió el guión con Gory Patiño (director) y en el coraje de contar las cosas como son. Con rasgos del Soderbergh de "Traffic" sin tanto presupuesto, o del más cercano "El Bonaerense" de Trapero, nos iremos adentrando en el drama de Jorge "Muralla" Rivera, apodado así por haberle dado la gloria por medio de una atajada magistral a su San José, actualmente, apenas reconocible para sus fans. Jorge maneja un minibus a hora y deshora para ganar el dinero para el transplante de su hijo de 12 años. El pequeño cada vez está más débil y no alcanza para el tiempo que le queda en un hospital público donde muchos otros tienen la misma necesidad o pueden por algún artilugio cambiar el número en la fila. El hombre no se resigna, quiere conseguir todo por las buenas, no corromperse, quizá vender su transporte a un contrabandista. Cacho (Cristian Mercado), un sabandija, otra actuación a tener en cuenta, le insiste diciendo que puede obtener lo anhelado y más pero tendrá que ensuciarse las manos y el alma, además de dejar una comisión. Un llamado del hospital lo apura más y Jorge cae en una trampa que parece no tener vuelta atrás. Lo que hace no sirve para salvar a su hijo y acentúa su calvario. Ese viacrucis es lo que nos va a relatar la película. Va a sufrir el peso de todos los pecados, de la traición, de todos los males en carne propia y buscará poner en evidencia a la red que actúa locamente. Lo que no se da cuenta es que su inocencia lo hará carne de cañón de los poderosos y corruptos que no perdonarán ese arrojo de un hombre desesperado que les echó a perder su operación. Parece que al presentarse como candidata al Oscar(r) por su país de origen, Bolivia, HBO se interesó por la película y por una serie, "La Entrega" que es spin off de "Muralla". Ya compraron los derechos para esta señal con lo que tiene lugar asegurado para su distribución a nivel mundial. Un logro bien merecido. En lo que vemos e imaginamos hay violencia, lo que hace a la trama más pesasa es saber que esos delincuentes existen. Esta película hace visibie a través de la ficción, de una manera frontal, sin regodearse ni en la sangre, ni en lo morboso. Es como el tiburón de Spielberg que casi sin aparecer en pantalla hacía que la platea temblara, cuánto más nos conmoverá y comprometerá si caemos en la cuenta de que las víctimas son jóvenes, son niños, los botines más buscados, los que más pagan. El villano de la película es Pablo Echarri, que tiene pocos minutos en pantalla y deja de jugar al galán para convertirse en Nico, un siniestro médico que recibe a los "bultos" que deben ser vendidos o usarse de contenedores para la droga. Otro punto que resulta atractivo dentro de la oscuridad es la inclusión de costumbres rituales, de esa figura fantasmagórica que se le aparece a Jorge y lo llama, lo interpela luego de caer en el abismo; al mismo tiempo, veremos rituales cristianos. La cultura, los rostros, los lugares, la vida y la muerte a cada minuto de este filme que no da respiro. Es una oportunidad para aprovechar el cine latinoamericano que poco llega a nuestras pantallas, salvo en algún festival o en los espacios de cine arte. Gory Patiño, el director consigue destacarse. Yo lo seguiría con atención al igual que a Fernando Arze y ojalá, sigan sorprendiendo positivamente.
"Condenado al éxito" es una definición que le viene al dedillo a Sergio Garcés, el personaje que interpreta Diego Peretti en "Iniciales S.G.". Es un papel bastante alejado a los que Peretti suele interpretar y una peli también de un estilo bizarro-independiente. Una especie de Forrest Gump en decadencia. Quién es Sergio Garcés: es un extra, un actor que nunca llegó a un protagónico, incluso, ha filmado alguna que otra porno. En el marco de un BAFICI que no se llama así pero se da a entender que funciona como el tradicional festival de cine independiente de Buenos Aires, S.G. se enfrenta al drama, al crimen, a la búsqueda de un trabajo, bolo o changa y a un romance ocasional. Todo junto, todo revuelto con humor negro como ingrediente adicional del cóctel en pantalla. Un serie de sucesos descontrolados van forjando el destino de este hombre que lleva las iniciales como un homenaje a Serge Gainzbourg, un polémico cantaautor francés al que físicamente se parece y con el que a la vez compartirá el nombre de una mujer, Jane. La Jane de este filme es atípica, interpretada por la norteamericana Julianne Nicholson, con cara de ángel que puede convertirse en demonio al lado de Garcés y sus circunstancias. La historia tiene un narrador, la voz en off de Daniel Fanego que revelará cuál es el espíritu del extra que es protagonista para la peli en cuestión: siente que su suerte está atada a la de la Selección Nacional de fútbol, encima en medio del mundial de Brasil de 2014. Si la Selección gana, Sergio gana; si la Selección pierde, bueno... la suerte de Sergio, también se vuelve negra. Otro detalle es que la trama que descubre este pesimismo-ansiedad-futbolístico-vital del porteño fue escrita y dirigida por un norteamericano y un libanés: Rania Attiah y Daniel García. La peli gana en una excelente banda sonora y post producción de sonido con el Skywalker Sound, un lujo. El Festival Sundance es uno de los sponsors del filme y se estrena con un premio en el Festival de Tribeca, otro evento dedicado a la cinematografía independiente. Para los que se acuerdan de los primeros tiempos del BAFICI en su sección Vanguardia o la Nocturna, me parece que tienen una opción en cartelera que revive esa clase de filmes poco frecuentes con tantos títulos comerciales.
Qué bien hace un poco de cine europeo en medio de tanto apuro cotidiano. Más le hubiera valido a Alain Wapler mirar a su personaje en pantalla para poder apreciar más a sus afectos que a su carrera profesional. Si esto hubiera sido así, no tendríamos película... Es Hervé Mimran, director de la peli, quien se encargó de la adaptación del guión basado en la autobiografía de Christian Streiff, ejecutivo de la Peugeot y Airbus. Walper es un tipo brillante, elocuente y capaz de trabajar para el mercado las 25 horas del día hasta que un ACV lo hace, como siguiendo el consejo del Maestro Yoda, desaprender lo que aprendió. Todo lo que sale de su boca está enmarañado, al revés o suena a chiste. Por más que se empeñe parece que su suerte profesional está echada. Es allí donde empieza a latir lo humano de esta comedia: Violette, hija de Walper, está intentando ganar un concurso de oratoria para que su padre se sienta orgulloso. Parece que para ella tampoco es el mejor momento de pedir ayuda al erudito que ahora se pierde a sólo una cuadra de su casa. Otra mujer importante que aparecerá en la vida del empresario es Jeanne, una foniatra a la que Alain bautizará en su media lengua como la "psicópata" (por psicoterapeuta). La joven busca a su madre biológica mientras trata al particular paciente y va esquivando a un enfermero enamoradizo y con el que participará de escenas divertidas y tiernas a la vez. Otras mujeres presentes o ausentes: la secretaria, la cocinera y la esposa que murió de Wapler son otras piezas del rompecabezas ilustrando los vínculos pasados y presentes del protagonista. Por el lado de los hombres estarán el chofer, el mozo del bar, el director de la compañía y el socio escalador de puestos. Entre ellos habrá ángeles y demonios, no hace falta comentar mucho. La juventud, la economía, el tiempo y el éxito resaltan la esclavitud de una vida atada a esos conceptos y cómo, por una ironía del destino, tocando fondo se puede renacer abriéndose a otros. Impecable actuación de Fabrice Luchini, ("Las Mujeres del Sexto Piso"), y de Leila Bekhti ("La Fuente de las Mujeres"), paciente y terapeuta en un dúo que no cae en lo melodramático para entretener y dejar una buena reflexión. En los créditos finales, pueden verse los nombres de los oficios técnicos tal como los mencionaría el personaje de Alain. No es burlarse sino una forma de solidarizarse y tomar conciencia sobre algunas de las secuelas que pueden encontrarse en los pacientes y que pueden ser tratados por los terapeutas. La banda sonora nos pasea por temas inolvidables como "Según pasan los años" de 'Casablanca', "Padre e Hijo" de Cat Stevens, "Me olvidé de vivir" en la versión francesa por Johnny Hallyday (lo recordarán en español por Julio Iglesias) o "Don´t think twice, It's all right" de Bob Dylan, por mencionar algunas. Resumiendo, una peli para respirar vida y aprender qué importante es la rápida reacción al detectar que alguien que está sufriendo un ACV. Además, que esto y la urgente atención profesional son vitales para una mejor rehabilitación en todo aspecto.
En una película sin subrayados ni signos de admiración, Celia Rico nos muestra cómo una madre hace frente al duelo por su marido y la inminente partida en busca de su futuro, de su hija única, Leonor. El cuarto del título es el escenario mínimo donde se mueven los personajes y hay que tener habilidad para mantener el rítmo en una hora y media de película con tan reducido campo de actuación. Seguro que también fue todo un desafío para Lola Dueñas, que interpreta a Estrella, la madre en el cuarto intentando superar el vacío y la oscuridad que la circundan. Dueñas es conocida por sus trabajos en varias pelis de Almodovar y además, por estos lares actuó bajo la dirección de Lucrecia Martel en "Zama". Anna Castillo es Leonor, la hija que trata de encontrar su lugar en el mundo, entusiasmada por ir a estudiar inglés de primera mano, cruzando el Canal de la Mancha y al mismo tiempo, sin saber muy bien qué efecto hará la soledad en esa madre que se rehúsa a salir de su "cuarto". En un principio veremos el camino de la hija, sus quehaceres en el taller textil donde antes estaba su madre, lentamente, se incorporará el elemento maternal en algunas escenas que se verán con planos a través de puertas, detalles, nunca muy amplios y con poquísimos exteriores. Rutinas que se romperan y una iluminación muy tenue, los objetos que se van transformando y que siguen cargados de sentido por la memoria. "Viaje..." es una exploración y no un entretenimiento, una pintura tranquila que se vuelve perturbadora en el encierro al que nos lleva Celia Rico. Otra muestra más de las bondades del cine español para ver en cualquier momento entre la montaña de tanques que vienen en las vacaciones de invierno.
Eloísa Solaas obtuvo el premio a la Mejor Directora en la Competencia Oficial Argentina en el último BAFICI por ésta su ópera prima como solista. "Las Facultades" aparece como una muy particular obra, sencilla en cuanto a su temática lo que la engrandece por saber contar tan efectivamente eso que le puede pasar a cualquiera y ahora se convirtió en una película. ¿Cuánta adrenalina se descarga en la instancia examinadora en cualquier carrera universitaria? Se podría medir desde la preparación al momento en que el alumno pone a prueba su capacidad o se desatan todas las dudas o se mezclan los temas, las bolillas y se hace un nudo en el estómago. Todo el camino fue retratado en varios casos, en distintas carreras y un punto más a favor es la historia de un muchacho que se puede deducir no estudia en el mismo contexto que otros jóvenes que ya pasaron frente a la cámara; la presunción se hará certeza cuando descubramos que esa persona está presa y rindiendo para acceder a clases en una universidad estatal fuera del penal. Se retrata el esfuerzo por superarse, la sensación que dan los muros y los alambrados frente a la lucha de este estudiante por la libertad que representa el conocimiento y la ayuda que él pueda brindar a los demás al recibirse, más allá del delito por el que fue encerrado. Por otro lado, y en los casos más cercanos, los profesores que examinan se presentarán con su cuota de tensión y debiendo desplegar paciencia y ojo clínico ante las “guitarreadas” de los examinados. Algunos intentarán probar sus teorías y otros sentirán que rindieron acorde a lo que pensaban. “Las Facultades” es una especie de espejo para los que pasaron alguna vez por una mesa de examen fuera cual fuera el resultado o la materia. Se destaca el ritmo entretenido que va desarrollando de a poco cada historia y enlazando los cuadros hasta lograr la pintura completa sobre el tema de investigación elegido para el filme. Muy al estilo del francés Laurent Cantent en "Entre los Muros" nos va a dejar pensando en el sistema educativo, sus participantes y lo que significa tener la oportunidad, la fortuna de formarse para ser un profesional en la vocación elegida.