No adelantamos nada si hablamos del último plano de Casa Coraggio antes de los créditos finales: Sofía y su papá, sentados frente a cámara en medio de la fiesta de 15 de la hermana y la hija respectivamente Se miran, sonríen, no hablan aunque parecen querer hacerlo. Hay en ese último plano una síntesis honesta de qué cosa es este nuevo documental de Baltazar Tokman de quien vimos hace dos años I´m mad, y dirigió también Planetario (2011) y Tiempo muerto (2010).
Casa Coraggio es un momento particular, apenas unos días de fin de año, en la vida de una familia real de Los Toldos en la provincia de Buenos Aires: los Coraggio, dueños de una casa funeraria que heredan de generación en generación. Por lo tanto, una larga historia que se adentra incluso en las profundidades del siglo XIX. No hay cabezas parlantes aquí, hay personas reales actuando sus propias vidas, haciéndolas interesantes. Seremos testigos durante una hora y media de esas vidas y está muy bien.
La manera elegida por Tokman para contarnos estos amores, muertes prematuras, familias ensambladas o discusiones sobre la modernidad y la tradición, es como suele hacerlo (insisto con I´m mad) de modo que las cosas pasen sin artificio frente a cámara y que además, resulten atractivas. La mirada de la joven Sofía es fundamental, ella se hace cargo de hilvanar los asuntos familiares que le atañen: el apartamiento de su madre, lo que pasa con la salud de su padre, las ideas de su abuela, el trabajo diario y cotidiano en la funeraria con la preparación de los muertos, las reuniones familiares.
En Casa Coraggio, que se estrena este próximo 6 de julio, ese conjunto de momentos y situaciones tienen el mismo valor: construyen un universo familiar y social con la misma honestidad de ese plano del que hablábamos al principio de este comentario.