Hay oficios que se transmiten de generación en generación como una suerte de mandato para la posteridad. Esto puede ocurrir por vocación, por necesidad, o por obligación. A estos elementos tan comunes en la sociedad se aferra el director Baltazar Tokman para transmitirnos la rutina diaria de esta familia bonaerense.
Sofía vive en Capital Federal, es una treintañera de la que no tenemos información alguna. No sabemos a que se dedica, si tiene pareja, vida social, etc. En ella se centra esta historia cuando vuelve un verano a su pueblo natal, Los Toldos, a visitar a su familia que se dedica, encabezada por su padre Alejandro, a administrar una casa de servicios fúnebres.
La muerte es tan natural para ellos, lo tienen incorporado a su ADN, ya que realizan esta actividad desde hace 120 años, cuando los tatarabuelos de la protagonista fundaron la empresa en esta misma localidad y siguen permaneciendo alli.
Esta realización cuenta con varios detalles para tener en cuenta, como que los protagonistas son los Urosevich, es decir, no son actores, sino los dueños reales de la cochería. Y actúan con total naturalidad, especialmente Sofía, quien interactúa con todas las personas, charla con su abuela de apellido Coraggio, y le cuenta la historia de la familia, además se encuentra con su madre, que está separada de Alejandro, y critica a su ex familia política, entabla una relación con un nuevo empleado, etc.
Todas estas acciones nos hacen creer que estamos viendo una ficción, pero no es del todo real, porque se mezcla con un documental, y un reality también. Es decir, tiene de todo un poco, y al no tener puntos fuertemente dramáticos que hagan dar giros en la historia y modifique el relato para hacerlo más atractivo, todo queda en la chatura general, se reduce prácticamente a entrar y mostrarnos la intimidad del peculiar modo de vida de una tradicional familia de Los Toldos.
El director toma la decisión de no ubicarse en un rubro determinado y eso lesiona la calidad narrativa, porque determinadas puestas en escena están bien logradas, en contraposición a otras que se asemejan a videos caseros, y la ficción se transforma en otro género cinematográfico.
Cuando Sofía volvió a su pueblo y se rodeó de sus orígenes, no sabía lo que iba a hacer de entonces en más, o tal vez sí, pero aprovechó esos días para tantear el terreno y tomar la decisión de continuar o no con el legado.