La última película de Baltazar Tokman participa de esa zona del cine actual que borra las fronteras entre realidad y ficción: Casa Coraggio cuenta la historia de una familia ligada a una funeraria centenaria en la que las personas se interpretan a sí mismas (también hay actores profesionales). Sin embargo, no se ve ningún resto de desprolijidad como presunto resultado de una improvisación impuesta por lo real: el director sigue a sus personajes y los hace moverse a lo largo de planos complejos y sofisticados. El presente de la casa Coraggio es solo el punto de partida con el que la película cree poder encontrar la belleza en los espacios y rituales naturales de Los Toldos. La notable Sofía Urosevich oficia de guía en ese recorrido por la cotidianeidad del pueblo. La muerte como profesión, y como posible destino de uno de los personajes, sobrevuela la historia y sugiere una tenue nostalgia por las cosas que están por terminarse.
Este texto es una versión de otro publicado en la revista Haciendo Cine