Dos metros bajo tierra
La naturalidad con la que están borrados los límites entre ficción y documental.
El mundo funerario es carne de ficción: ahí está Six Feet Under, una de las mejores series modernas. Inspirado en las desventuras de los Fisher, Baltazar Tokman (Planetario, I am Mad) buscó una familia de funebreros para retratar esa convivencia cotidiana con la muerte. Encontró a los dueños de Casa Coraggio, que llevan 120 años dedicándose al negocio en Los Toldos, y les propuso que ellos actuaran su propia historia, borroneando aun más los ya de por sí difusos límites entre documental y ficción.
En esta mezcla entre actores y gente actuando de sí misma, nadie aclara quién pertenece a qué grupo. Lo que sabemos es que Sofía Urosevich, la protagonista, es efectivamente la heredera de la empresa familiar: la película la sigue en una visita a Los Toldos desde Capital, donde vive. En el pueblo, ella pasa gran parte del tiempo con su padre, cabeza de Casa Coraggio, y la nueva familia que armó. Al estilo de Six Feet Under, se mueven en la ambulancia que traslada los cuerpos y viven en la misma casa donde está la sala velatoria: un asado en el fondo puede derivar en una charla sobre espíritus que quizá deambulen ahí nomás.
Hay una abuela que es la memoria viviente de la funeraria (incluso cuenta quiénes de la familia “estrenaron” determinados servicios), una madre que se desligó de esa actividad comercial, pero se queja de la falta de estilo de los nuevos autos fúnebres, una medio hermana abocada a preparar su fiesta de 15. La naturalidad de todos es notable: es imposible distinguir qué es ficción y qué no.
Lo que le falta a Casa Coraggio es un conflicto fuerte: el que aparece con el transcurrir de la película carece del suficiente peso dramático. Y si bien está presente, el elemento mortuorio no alcanza para darles a las andanzas de los Coraggio un interés especial. Entonces, lo que terminamos viendo son unos días en la vida de una familia argentina más.