REMEDIO PARA LA CLAUSTROFOBIA
Rosendo Pérez, una figura prolífica de nuestro cine actual pero que aún permanece relativamente en el anonimato, merece ser con esta película confirmado como una de las voces más frescas e interesantes de la ficción local. Si en De caravana (2010) ya atisbaba su interés por decisiones formales y de guión audaces, personajes que en la superficie aparecen pintorescos pero cuya complejidad se va desmenuzando con naturalidad y un escape de los lugares comunes con que se etiquetan las historias que suceden en “el interior”, aquí Pérez aparece como un director consagrado que a estos recursos suma un uso virtuoso de los planos largos y la música. En Casa propia no se encuentra el tono ligero de su ópera prima, si no un relato asfixiante sobre la crisis de mediana edad en un personaje que debe remar no sólo contra un contexto socioeconómico que le resulta adverso, sino también con sus afectos y sus propios demonios. El resultado es un retrato íntimo que moviliza desde la cercanía y la incertidumbre, pero también con una esperanza solapada.
Pero si se llama Casa propia no es sólo por una metáfora oculta librada al azar. El film lidia con el sueño de la casa propia pero ya no como un elemento alcanzable, sino como las aproximaciones a ese ideal desde otros espacios. En consecuencia Alejandro (Gustavo Almada, también coguionista), el profesor de literatura que es nuestro protagonista, visita departamentos en alquiler como un ritual que está lejos de ser consumado, buscando un espacio propio donde sentirse libre de las presiones cotidianas. Y no son pocas: a la rutina laboral en un colegio al que agrega cada vez más horas para tener un mejor sueldo se suma una relación compleja con su hermana y su madre, que se encuentra enferma de cáncer pulmonar y es con quien convive cuando no duerme en la casa de su novia, con quien también resulta tener una relación inestable. Cómo nuestro protagonista se ve increpado por esta realidad y la sobrelleva sin encontrar un lugar propio es el gran leitmotiv del film, que lidia con la impotencia de una situación que no encuentra cómo superar y lo lleva a caer demasiado bajo.
El film toma una sana distancia para no expresar una simpatía uniforme por Alejandro – algo que sería polémico en función de la crueldad e inmadurez de algunos de sus actos- : así como en la introducción la cámara permanece fija siendo testigo de cómo el protagonista es rechazado, en otro momento un paneo muestra la acción en una habitación contigua para señalar los motivos de una posterior discusión con su novia e incluso se permite que permanezca fuera de campo para favorecer una vertiginosa elipsis que modifica el punto de vista al de su amigo. Hacia el final, Casa propia también toma la enigmática decisión de seguir la mirada de Marta, la madre de Alejandro, que hace cómplice al espectador para que reflexione sobre lo que viene inmediatamente después: la decisión del protagonista de finalmente alejarse de la casa de sus padres y alquilar solo. Es más bien desde la composición -planos cerrados en su mayoría o que tienen al protagonista aprisionado entre líneas que definen otras personas o estructuras, en particular tras la introducción- o algunos planos largos estáticos que tenemos un acercamiento a la simpatía que puede despertar el personaje, dando esa sensación de agobio y estrés. Inteligentemente el director se ahorra los juicios superficiales tanto desde la ejecución del apartado visual como desde los diálogos, dando un cierre ambiguo respecto a sus vínculos pero no respecto al viaje interior del personaje por alcanzar un espacio donde sentirse libre.
En definitiva Casa propia nos enfrenta a la mole urbana cordobesa desde un retrato íntimo al que se le pueden cuestionar algunas decisiones formales, pero que sorprende por su naturalidad y por alejarse de las formulas dramáticas más convencionales. En algunos puntos encuentra similitudes con Respirar, de Javier Palleiro, en particular en la forma de abordar la crisis de mediana edad, algo que ronda fantasmal en varias películas del cine latinoamericano actual.