Una tensión imposible
El último trabajo del realizador argentino Rosendo Ruiz es un drama costumbrista sobre un docente de cuarenta años atrapado en espacios compartidos que anhela encontrar un lugar propio para poder despegarse de las dependencias que lo atan emocionalmente, impidiéndole romper con un círculo vicioso de conflictos personales.
Mientras busca un departamento para mudarse solo en la ciudad de Córdoba, Alejandro mantiene un enfrentamiento manifiesto con todos los seres cercanos a él. Si con su madre la convivencia ha llegado a un punto de hartazgo mutuo en una dialéctica de amor y odio, la tensión con su hermana y el marido de ésta es explícita y las peleas con su pareja son constantes. Cuando a la madre le diagnostican cáncer de pulmón la tirantez de las relaciones se agravan y los conflictos morales se desatan a la vez que la posibilidad de mudarse se convierte en una quimera para aquel que no es dueño ni tiene un trabajo fijo en blanco a tiempo completo.
Casa Propia (2018) indaga en algunos de los problemas emocionales causados por la imposibilidad de la construcción de un espacio simbólico personal que le permita escapar al protagonista, aunque sea un rato, del alboroto de la vida cotidiana. El alquiler de un departamento se convierte aquí en una alegoría espacial de la creación de un santuario propio que le permita escapar de las vicisitudes y las exigencias familiares y de las relaciones que lo abruman y no le permiten relajarse ni disfrutar de su nueva situación laboral.
Ruiz se apoya en la dirección de fotografía de Pablo González Galetto para construir escenas cerradas en una Córdoba de matices desiguales con una arquitectura heterogénea, barrial, en la que la precariedad y el abandono son signos de la desidia pública y privada ante los problemas estructurales de una de las ciudades más importantes de la Argentina.
Con una gran actuación de Gustavo Almada, acompañado por un extraordinario elenco compuesto por Irene Gonnet, Maura Sajeva, Mauro Alegret, Yohanna Pereyra y Eugenia Leyes Humbert, el film de Ruiz conduce al personaje principal hacia un choque anunciado contra sí mismo debido a las tensiones irresueltas que acumula sin cesar. Regulando la tensión, el opus del director de Todo el Tiempo del Mundo (2015) analiza así desde distintos ángulos las relaciones familiares, la amistad, la relación filial entre hermanos y las relaciones de pareja adultas para ponerlas en conflicto y encontrar en la contraposición de puntos de vista las contradicciones de todos estos vínculos, la ruptura de los paradigmas y la construcción del espacio como un protagonista tácito, donde la visibilidad de los lugares imaginarios cuestionan las condiciones emocionales que producen ciertas situaciones sociales que encierran a las personas en lugar de liberarlas de sus problemas.