Vampiros simpáticos y nada pretenciosos
Quizá sea bastante tonto, pero al menos este seudo-documental es original y divertido. Cuatro vampiros viven en una casona de Nueva Zelanda y su vida (o mejor dicho, su no-vida) cotidiaba es objeto de un documental que registra estupideces como sus peleas por ver a quién le toca lavar los platos llenos de sangre y otras cosas por el estilo.
Los vampiros están interpretados de manera simpática por los codirectores, entre otros, y cada uno tiene un modelo distinto de chupasangre, empezando por una especie de Nosferatu que se mueve poco porque es el más viejo (tiene unos 800 años, y el más joven, todo un adolescente rebelde, tiene unos ciento ochenta y pico).
La película tiene algunas cosas ingeniosas, como por ejemplo, ilustrar la dificultad de los vampiros para ir a boliches dado que, como se sabe, el vampiro no puede entrar a donde no es invitado.
Más allá de que no tiene mayores pretensiones, hay simples y eficaces efectos especiales para mostrar a los vampiros elevándose en el aire cuando se pelean entre ellos, y otros detalles simpáticos, además de excelente música original. Claro que el chiste no se mantiene permanentemente y, en algún punto de la proyección, la broma parece agotarse en sí misma.