Desenfado y sangre en una vuelta de tuerca al género
Una comedia con dientes afilados y formato de "falso documental" alcanza para salpicar ingenio, diversión y referencias a las criaturas de la noche que entregó el cine en infinidad de oportunidades.
Después de la invasión de criaturas de la noche que azotaron la pantalla con estilos y propuestas pensadas para públicos diversos, llega este "falso documental" que recupera las esperanzas: los vampiros regresan con energías renovadas y un tono bizarro que contagia al espectador.
Casa Vampiro -What We Do in the Shadows- es una comedia de los realizadores neozolandeses Jemaine Clement y Taika Waititi -Flight of the Conchords- que encuentra su mayor atractivo en la vertiginosa puesta en escena que convierte a la casa del título en un tren fantasma que depara sorpresas a cada instante.
En el lugar conviven cinco vampiros -Jamaine Clement, Taika Waititi, Jonathan Brugh, Ben Fransham y Cori Gonzalez-Macuer- que protagonizan un documental rodado que muestra su vida cotidiana, sus salidas nocturnas en busca de presas y la ayuda de un ser humano.
El film resulta interesante desde su planteo de "familia normal" y con los estereotipos de personajes conocidos; desde el vampiro clásico y más romántico hasta la presencia de uno de 8.000 años que permanece encerrado en un placard y remite al clásico Nosferatu. Todos parecen salidos de una fiesta de disfraces pero son reales y caminan entre los simples mortales.
Lo antiguo en lucha permanente con lo moderno, los baños de sangre que ostentan varias escenas y el efectivo humor hacen de la película una experiencia distinta para los seguidores clásicos del género y para aquellos espectadores que descubren un relato plagado de guiños que no ocultan sus festivos aires de blooper.
El ingenio y los efectos visuales también ayudan para potenciar las andanzas de estos seres nocturnos que duermen colgados, tejen, juegan al billar, cometen algún exceso y hasta se dan el lujo de observanr la realidad desde otro ángulo.