Una sátira que hace las delicias de cualquier espectador
Sabrá disculpar el lector si me extiendo, pero cuando se encuentra una aguja en un pajar… La única forma de establecer la importancia de “Casa vampiro” dentro de la historia del cine de terror, en particular de las películas de vampiros, es yendo muchos años atrás en el tiempo.
Es desandando un camino en el cual vamos pisando un par de baldosas del registro audiovisual y experimental de Jack Ass y Gran Hermano como estandartes del formato “reality show”, luego por las de sagas de terror erigidas como “found footage” (con “Actividad paranormal” -2007 y secuelas- al frente) y luego siguiendo el camino hacia los inicios. Allí encontramos el falso meta-montaje entre VHS y super 8 de “El proyecto Blairwitch” (1999), más atrás el gran resumen de Tom Holland que fue “La hora del espanto” en 1985, el relato tradicional con las de Christopher Lee y Peter Cushing a la cabeza, y finalmente un regreso al expresionismo alemán con “M” (1931) y “Nosferatu” (1922) como baluartes pero, ojo… no sea atolondrado que de todo esto hay brocha gorda por un lado y pinceladas por otro.
La comprensión global del concepto de éste estreno se halla también relacionando épocas, códigos, cánones culturales estrictamente cinematográficos y, por supuesto, el viejo y querido concepto de sátira que tenía “La danza de los vampiros” (1966) del gran Roman Polanski. Si aquella obra maestra del género podía hacer mofa tanto de la situación política-económica del momento, como de la mitología vampírica acorde a lo visto hasta ese entonces (que era mucho y variado), este hallazgo neozelandés planta con fuerza un sólido mojón en la historia del cine, tal cual como hiciera la memorable “¿Y…donde está el piloto?” con el cine catástrofe, allá por 1980.
Podríamos decir que hasta “Entrevista con el vampiro” (1994) y el “Drácula” de Francis Ford Coppola (1992) se mantuvo a flote el tono romántico-terrorífico que la novela de Bram Stoker ostentaba. De mediados de los noventa a esta parte no hubo forma alguna para que las películas de chupasangres mantuvieran su status de emblema del cine del terror (un par de excepciones al margen). Por el contrario, sagas como las de “Blade”, “Inframundo”, y “Crepúsculo” terminaron por quitarle a los vampiros cualquier atisbo de de generación de miedo en pos de productos que se conformaron poco más que con la máscara (colmillos y base blanca de maquillaje incluidos), buena técnica y, claro, excelente recaudación.
Por otra parte, desde fines de los ‘90, el realismo en el género del terror se convirtió en el factor preponderante para la instalación del verosímil, que ya quedó demostrado, no puede sostenerse desde el guión si es que existe tal cosa a juzgar por lo visto en los últimos años. Luego, el registro de falso documental pasó a tener la potestad de la credibilidad en desmedro del verdadero valor de un libreto trabajado a conciencia.
Nacieron entonces sagas como “Actividad Paranormal” y otros engendros que, aun teniendo la chance de sostener todo con registros de cámaras de seguridad, o de una única cámara en mano, se contradicen con encuadres adicionales que nunca fueron propuestos.
“Casa Vampiro” hace de la dirección integral de los neozelandeses Jemaine Clement y Taika Waititi, lo mismo que Polanski en su momento: tomar absoluta conciencia del lenguaje actual del cine de terror, de la existencia mediática del elemento del reality, de las cabezas parlantes a la hora de instalar la verdad por sobre la realidad, y finalmente una burla ex profeso a la cantidad de cámaras utilizadas; sin olvidar ni dejar de rescatar (homenaje a Murnau incluido) la médula espinal del drama vampírico: la condena a la eternidad.
En éste estreno la combinación de vampiros (con varios siglos entre sí de existencia) la convivencia en la misma casa durante años y la inclusión de una “víctima moderna” en esta particular comunidad, hacen de esta sátira una delicia. No sólo para los fanáticos del género; sino para cualquier espectador que entiende (los adopte para su gusto personal o no) los códigos con los que esta producción se maneja.
Conviven en esta casa varios tipos de vampiros: uno mudo de 800 años, que parece hermano de Nosferatu (¿hace falta aclarar?), otro del siglo XIX, tratando de lidiar con su impronta renacentista, y finalmente otro del siglo XX con toda la paranoia propia. El más viejo, muerde a un humano de hoy. Moderno. De la era de internet pero con la misma dosis de abstracción de alguien que no tiene idea de que está vivo. Es más, para él todo empieza a tener más sentido estando muerto. O NO muerto, para ser más exactos.
Esta convivencia y el formato en el que está concebida cinematográficamente construyen una de las grandes comedias satíricas de nuestro tiempo. Sobre todo para el espectador que capte de inmediato en nivel de idiotez que reina en los personajes. Unos por contraste con el nuevo siglo, otros porque no les importa el concepto del paso del tiempo más que el posible presente.
“Casa Vampiro” funciona a la perfección porque desde el principio acepta su autoconciencia, y si todavía hay espectadores que en su época vieron, entendieron y rieron con La danza de los vampiros pero además nunca dejaron de lado los exponentes posteriores de las obras cinematográficas sobre vampiros, se convertirán, probablemente en fanáticos renovados de la idea del estudio del cine como icono cultural.
Esta producción rescata por sobre la broma calcada de “Escenas famosas” (llámese la saga de Scary Movie), un profundo entendimiento del lenguaje contemporáneo. La combinación de actores es simplemente superlativa. Todos acusan recibo de la sátira, pero también del absurdo dentro de la ficción. Los actores de esta realización tienen a su favor el manejo de la naturalidad. Uno bien puede salir del cine y creer que estos tipos son reales, aún dentro de un registro absurdo potenciado por pequeñas pinceladas circenses que bordean agradablemente lo insólito.
Ojalá los espectadores del género del terror puedan darse el lugar para verla en los pocos cines en la que se estrena. Así será más fuerte el impacto para poder exigir, de la sátira y del terror algo a la altura de éste estreno.